ORIENTE MEDIO

SIRIA
Cuatro Mil Años de Cultura


Damasco.
Desde el monte Casión.

Cuando se contempla Damasco desde el monte Casión te asalta una miríada de luces inquietas. Un inmenso manto enjoyado y multicolor se extiende hasta el horizonte. Millones de ojos eléctricos palpitan. Cuatro millones de habitantes laten en sus arterias iluminadas por los faros de los vehículos y los neones de comercios y anuncios. Los hijos del petróleo desafian al cielo con sus moles hoteleras. Los hijos del profeta siembran la ciudad de símiles de arbolitos de navidad, los minaretes iluminados con el color del paraíso, del oasis, de la esperanza.
Damasco crece profusamente y se encarama por la abrupta pendiente del monte que la domina, se extiende hacia el anti-Líbano, abraza desbordándose el pie del monte hasta juntar sus dos brazos por el norte. Su “pulmón” es ya apenas un tercio de lo que fue su oasis de 30 kilómetros de extensión. Los palestino se apiñan al sur, los kurdos al norte. Incrustados en la ciudad moderna nacen los nuevos barrios de los ricos. Incrustados en la vieja ciudad, los barrios pobres van perdiendo sus fachadas de adobe y madera. Pero la vida bulle incansable, día y noche.

El souqh

Souqh-Al-Hamiddiya abre sus fauces al pie de la ciudadela, donde Saladino sigue cabalgando. Altísima galería abovedada donde es imposible distinguir una fachada. Bocas abiertas son sus infinitas tiendas y tiendecitas desbordantes de artículos: atuendos femeninos donde los colores y los brillos compiten en un torbellino de diseños extraordinariamente audaces y kitch las mas de las veces: rosas y verdes chillones, oros, platas y marabus multicolores. Cuesta imaginar a los enjambres de mujeres enfundadas hasta el suelo en su negro chador, vistiendo o desvistiéndose mas bien con todo eso en la intimidad. Pero ahí están, observándolos, tocándolos, entrando y saliendo de las tiendas. Para el ojo occidental, que tiende a simplificar aquello que no conoce directamente ¿cómo interpretar el diálogo entre un comerciante que vende sujetadores y su clienta? Esta podría optar entre la mínima expresión y el refajo anti-lujuria, entre la calza larga y el tanga con un pompón de marabú rojo y símil de teléfono móvil de plástico en el triángulo. Y es que Damasco ofrece una visión a cámara rápida del profundo cambio de una sociedad musulmana.
Damasco es un emporio comercial. Sería demasiado largo enumerar la procedencia de sus múltiples visitantes. Un ciudadano de Arabia Saudita me aborda para preguntarme de dónde vengo, decirme que él está de vacaciones con su mujer y sus dos hijos, a los que me presenta y pedirme si puede hacerse una foto conmigo. A su mujer se la ha tragado una tienda, que para eso han venido. Por su aspecto, nadie adivinaría su origen. Sin embargo, a pocos metros, otro árabe de blanco impoluto se desplaza cadenciosamente por el bazar, con su clásico kufeyya rojo y blanco y cordón trenzado negro. Un poco mas allá, un gigante con discreto turbante verde y jalabiyya del mismo color parece recién descendido de las montañas. Entre los hombres predomina el kuffeya rojo y blanco, entre las mujeres el hejab blanco. He visto el hejab combinado con un conjunto tejano de americana y pantalón de lo mas chic. Algunas han dejado el chador y el hejab y lucen bellas melenas densas, oscuras y bien cuidadas.
Si les sorprende el visitante occidental, sus miradas no le agreden. Los hombres en su mayoría nos dan el “welcome”, algunos entusiastamente. Interpreto que agradecen nuestra visita justamente en estos momentos de acoso del imperio.
No nos han agobiado para comprar. La mayoría de tiendas son minúsculos habitáculos donde el vendedor parece estar colgado como una prenda más; se encarama a descolgar una percha o se sumerge bajo los fardos a sus pies, con agilidad de contorsionista. Moverse en la parálisis que impone el espacio es un arte que dominan.
El fluir natural de gentes nos ha prácticamente introducido en un comercio ostensiblemente mayor que los demás. Se trata de una heladería. Largas mesas ocupan el centro del local. A lado y lado, hileras de sillas donde los clientes se inclinan ante helados espolvoreados de pistacho. Los brazos de los dependientes se hunden alternativamente en las cubetas y extraen una masa untuosa de delicioso helado de crema. Dos mas, en un mostrador adjunto, golpean rítmicamente con largos bates el fondo de otras cubetas para romper los bloques recién traídos desde el fondo del establecimiento. El local se desvía a la derecha a un nivel superior en el fondo, zona de mujeres, que a su vez da acceso a un patio cubierto por parras de donde cuelgan infinidad de flores multicolores de plástico.
El cambio en las costumbres también se aprecia aquí: a pesar de la zona reservada, las mujeres también ocupan las otras, acompañadas o no de hombres. Ancianas o jóvenes, cubiertas por el hejab o sin él. Franca convivencia donde el turista es un elemento más en la discordia estética.
Si se abandona el hormigueo del lugar se cae en el pandemonio del tráfico rodado. Se intuye la presencia de algún semáforo por varios frenazos simultáneos. Apenas los hay. Los vehículos jamás siguen la línea recta, vicio occidental. Practican el “slalom” continuo, esquivando, cortando el paso, apurando la maniobra. Son los dueños indiscutidos de la calzada. Los peatones deben escalar pasos elevados, tan congestionados como la calzada, o desafiar a la suerte por los pasos cebra, versión moderna del puente de los suicidas.
La comida, como me prometía, resulta apetitosa y reconfortante. Su precio más que asequible y el servicio atento al minimo deseo o necesidad supuesta del comensal.
El cansancio acumulado tras una noche sin dormir me ha devuelto al hotel. En espera del día de mañana, soñaré con las emociones de hoy.


Camino de Tartus

Por el camino los cipreses semejaban alfileres en un alfiletero descolorido por la sequedad. Alguna pincelada de verde tierno que las lluvias han traido. Pellizcos de algodón de algun rebaño. El derredor montes pelados y algun núcleo de población de cemento. Tal es el paisaje que Maalula contempla desde su enclave rocoso.

Maalula

Maalula se situa en la falla del Gran Rif que corre desde Turquía al cuerno de Africa. Hay quien asegura que el lugar recibe la energía especial del frotamiento de las placas asiáticas y africanas y fundamenta en ello el surgir de las religiones en la zona.

Su población sigue creciendo a un ritmo del 3,5%; la mitad de ella es menor de 25 años.
En Maalula hablan arameo. Proliferan en sus riscos las cuevas naturales, ampliadas por sus ocupantes desde el neolítico hasta la época romana. En la cima se halla un templo romano, hoy cristiano.
Sergio fue un general romano que se negó a hacer sacrificios. Fue martirizado y este hecho dio lugar a infinidad de santuarios en su honor. La basílica que lleva su nombre fue anteriormente un templo romano. Su planta de basílica fue modificada, se le añadió una cúpula y se erigió el iconostasis en su interior. A un lado de este muro oficiaban los sacerdotes en presencia de los personajes de alto rango, al otro el pueblo llano asistía al culto a través de las aberturas en el muro. Se conservan los altares que aun muestran su origen pagano: una plataforma con borde que había tenido orificios de desagüe para la sangre. Sobre uno de ellos resiste un baldaquino de talla policromada con cúpula pintada con un cielo estrellado.
En los muros del recinto hay numerosas tablas policromadas de exquisito detalle. Un par de ellas son peculiares: la última cena con mesa semicircular y Jesucristo a un lado acogiendo en su regazo a un Juan niño. En la otra, un Juan ya adulto, con las piernas cruzadas, relajadamente, desechando con un gesto de la mano cualquier presumible preocupación.
Si se abandona la basílica y se remonta el cerro, se puede contemplar el pueblo agazapado contra los murallones de piedra. Del pueblo original de adobe, madera y encalado azul poco queda.
Rehacemos el camino deslizándonos por una garganta que canaliza un sinuoso riachuelo. A ambos lados, en las paredes proliferan los graffiti y tumbas de antiguos eremitas. Cuando estos personajes presentían su muerte, se instalaban en un nicho horadado en la pared, dejaban de comer y se dejaban morir. Una vez leí que en ciertas zonas rurales del Japón, los viejos hacían lo mismo, ascendiendo a las cumbres, para liberar a sus hijos de la tarea de cuidar de ellos y posteriormente enterrarlos. Las aves cumplirían el trabajo.
Asistimos a una plegaria en arameo. El arameo utiliza la escritura árabe como podemos comprobar en las inscripciones de las tablas que adornan los muros.
Recientemente se ha construido una mezquita. La convivencia está asegurada en este feudo cristiano por un estado laico y autoritario.


“Que la gracia, la belleza y la sabiduría te sean dadas. Guárdate del
orgullo que destruye a las tres”

Krak de los Caballeros
La leyenda que antecede es una inscripción en piedra en uno de los arcos que preceden la sala de recepción del Krak.
Los cruzados habían sido enviados para restablecer el acceso a las rutas comerciales con oriente. A su llegada, las diferentes facciones y pueblos árabes andaban enzarzados en luchas y eso les permitió un avance relativamente rápido. Cuando Raimon de Saint Gilles llegó al lugar venía de protagonizar uno de los episodios mas sangrientos de su campaña. La violencia desatada y gratuita ni ahorró muertes seguidas de canibalismo. Memoria difícil de borrar y que había de sentar leyenda entre los pueblos autóctonos.
A su llegada al lugar, los kurdos detentaban una fortificación. Posiblemente el término
“krak” derive de ellos (kurk). Los cruzados reseguían la costa desde Turquía hasta Jerusalem y se trataba de defender esa ruta de las incursiones de los árabes, en este caso desde Homs. La zona es fácilmente penetrable desde el mar, único punto entre Anatolia y Palestina.
El castillo se asienta sobre un cono volcánico. Parte de la piedra utilizada es basalto. Las construcciones adosadas a la muralla estaban reservadas para la tropa y servidumbre. Los caballeros ocupaban el núcleo central, mas elevado. Ambas partes disponían de reservas de agua y los almacenes podían contener víveres para un asedio de seis meses.
.Los espacios interiores, cuadras, cocinas, torres, iglesia, sala de recepción, almacenes son amplísimos recintos con arcos de crucero, compensando así la robustez y falta de aberturas de los muros.
Se trata de la mayor fortaleza que los cruzados erigieron. Podía albergar hasta 500 caballos y 4000 personas. Sus muros piramidales permitían sustentar las macizas torres superiores y estaban construidos de tal modo que escalarlos resultaba casi imposible. Si a pesar de ello, alguien lo intentaba, desde arriba les lanzaban troncos rodando. Otras delicatessen incluían miel que penetraba en las armaduras. Tras la miel, les lanzaban panales henchidos de abejas.Ni Saladino ni Nureddin consiguieron asaltarla. Unicamente un asedio en que, según los francos, se utilizó el engaño, acabó con el control cristiano de la fortaleza.
Diversos terremotos han sacudido la mole. La reconstrucción que aun continua, ha permitido que ahora lo contemplemos en toda su grandeza.



El dios de las ranas
El viento ha dejado un cielo encapotado con la salvedad de una estrecha franja en el horizonte de poniente. Por ella se filtran los últimos rayos de sol a los que despide un coro de ranas. Por turnos se responden y animan desde las cuatro esquinas de un recinto inundado y colmado de plantas acuáticas. El manantial brota de la base de uno de los lados del cuadrado. La cabeza de piedra de un león contempla ahora el cielo desde el fondo del estanque, medio cubierta por las plantas acuáticas. De sus fauces brotaba antaño el manantial.
No es la cabeza del león el único testimonio de lo que antaño presidió el lugar. En derredor los bloques de piedra permitirían reconstruir la torre central. Aun se aprecia su coronamiento de triangulos escalonados. Los fenicios llamaron Amrit al conjunto del que hoy solo queda en pie la torre y el peristilo de columnas de seccion rectangular del templo, del que el estanque era su parte central.
El muro mas elevado que rodea al recinto alberga entre las juntas de sus bloques cobrizos, un sinfín de delicadas flores blancas y malvas. Contra el color rojizo de la piedra, son un bello homenaje al lugar.
Los fenicios dedicaron el templo a su Dios, inspirado en Hércules. Lo situaron a escasa distancia de la costa, donde solían ubicar sus ciudades. Se sentian mas seguros en el mar que en tierra firme.




Tartus bajo murallas
Tortosa fue llamada al cabo de los siglos. Tartus es una de las ciudades fenicias de la costa Siria, en la proximidad del templo de Amrit. Conserva fragmentos considerables de muralla, casas incrustadas en la misma, arcos, escaleras exteriores de piedra, hermosas galerías con arcos. Todo ello en proceso de conservación y restauración oficiales. Lamentablemente he descubierto sus rincones de noche, acompañada por un joven deseoso de “aprender lenguas”, como les ha dicho a unos amigos, justificando mi compañía. Su inglés es escasísimo pero consigue comunicarme las bondades de su gobierno que ha sabido aplastar la droga y sus mafias. Con un expresivo gesto apoya la punta del pie en el suelo y la hace girar a derecha e izquierda.
Lo que parece ser la zona de mercado, dispone de una glorieta central, con postes metálicos, rodeada de edificios, cuyos bajos son comercios.
A lo largo de la playa hay multitud de cafés y restaurantes. Cafés donde los narguiles son omnipresentes. Ceno en un restaurant enclavado en una casa de piedra incrustada en la muralla exterior, que según dicen tiene 800 años. Su interior está atiborrado de objetos diversos cubiertos de dos dedos de polvo. El surtido de comida es tan escaso como sus clientes.
A la salida, el joven seguía aguardando y ha venido hasta el hotel.





Camino de Aleppo
  Tartus la matriz de la escritura.
 "No mates a un pájaro en primavera, ni te cases con una mujer a la que hayas conocido en una fiesta”.
Rapanu, el poeta, vivió, escribió versos y murió en Ugarit. El subsuelo de su casa, como de las que la circundan, es una bóveda donde sus antepasados descansaban. En ella se hallaron las líneas citadas arriba.
A Ugarit llegaban marineros y comerciantes. Un canal de agua salada les permitía acercar sus embarcaciones hasta la puerta de la muralla.
Los cananeos construyeron Ugarit. Hoy es un inmenso “tell” del que se ha excavado solo una parte. Las catas arqueológicas muestran asentamientos hasta una profundidad de 20 metros bajo la superficie actual.
En su parte mas alta, se halla el templo consagrado a Baal, uno de los dioses, de entre los mas de trescientos del panteón. Su padre El, fue el creador, el demiurgo. Su hijo Baal, el artífice de la renovación de la vida. Su hermano, dios de la muerte, lo secuestró. Su esposa no dudó en hendir su cabeza para rescatarlo tras seis meses de cautiverio y la vida volvió a la tierra.. Todos ellos eran dioses de un pueblo agricultor.
Cuando los judíos, pueblo nómada entre otros, alcanzaron la región, escogieron a El, afirmaron que los había elegido a ellos, condenaron todos los demás cultos y persiguieron sangrientamente a sus seguidores.
Ugarit fue un puerto de primer orden. Comerciaba con los pueblos del mediterráneo; por allí pasaron múltiples culturas y ellos recogieron su herencia. En Ugarit ser ha hallado una tablilla en forma de dedo donde están grabados todos los signos del primer alfabeto conocido. Se utilizaba para enseñar a los escribas.

Este alfabeto es la destilación de representaciones gráficas mas antiguas: ideogramas, donde a partir de la primera silaba de un nombre cuyo objeto o idea representaba, dieron lugar al alfabeto silábico, para posteriormente, en aras de un uso mas universal dar origen al alfabeto a partir de los sonidos. Así, el esquema de una cabeza de toro, cuya palabra contenia el sonido “a”, representó el sonido y luego la letra “a”, dos cuadrados adosados que representaban una casa y cuya representación fonética contenia el sonido “b” dio origen a esta letra. Se puede distinguir su origen grafico en la grafía actual.
Ugarit formaba parte de la red de ciudades mesopotámicas mas orientales, como Ur, en el actual Irak. Eran ciudades-estado, con jerarquía bien establecida, fundadas en la agricultura y el comercio. Los pueblos bárbaros , nómadas la destruyeron.
Los pequeños descendientes de aquellos, hoy nos han recitado el alfabeto en inglés, en correcta formación a la puerta de una escuela. Fieles a una tradición de apertura y difusión de otras culturas.

Sahiun

Este es el actual nombre árabe de lo que nosotros conocemos como el Castillo de Saladino.
Sin embargo, no fue Saladino quien lo construyó, sino quien lo tomó.
Los fenicios tenían en este emplazamiento una posición. Luego pasó a ser una fortaleza bizantina. Se empezó a construir en el siglo XII. Nunca estuvo en manos de los Templarios sino de una familia feudal guerrera y de cruzados.
Su impresionante mole maravilla por su concepto constructivo. El lugar es una formación rocosa de forma triangular encajada entre dos rios que discurren por profundos barrancos y confluyen en el vértice y En el tercer lado los constructores cortaron el espolón de roca, abriendo un foso y respetando únicamente un pilar de roca en mitad del mismo, necesario para sustentar el puente de acceso a su portón. Puente removible en caso de ataque por aquel flanco.
La torre o donjon tiene muros de 5 metros de grosor. En su interior, 4 cúpulas cruzadas confluyen en una columna central cuadrada. En cada una de las crucetas, la piedra angular tiene forma de cruz y la luz que se filtra incide directamente en su centro. Por el centro de la columna podían descender hasta el río, en caso de ser atacado este ultimo reducto de la defensa. La abertura del pozo de descenso se halla en la terraza superior. Debían deslizarse apoyando pies y espalda a lado y lado del pozo.
El castillo se haya en plena cordillera Ansariyeh, lugar de origen del actual monarca y del actual Aga Khan, quien financia su actual reconstrucción. La zona de un verdor y frondosidad envidiables, ha sido favorecida en su desarrollo de modo especial y muchos turistas de Arabia Saudi la favorecen en sus estancias vacacionales. No sorprende por lo tanto que las actuales viviendas de la zona sean de grandes dimensiones y construidas en piedra profusamente decorada.

La herencia de Alejandro

En la ruta entre las actuales Lattakia y Hama, se halla lo que fue Aphamea. Seleuco I, general de Alejandro, la fundó al instaurar la dinastía de sus sucesores. Le puso el nombre en honor de su esposa persa. En honor a su madre, habia previamente bautizado a otra ciudad con el nombre de Laodicea.
Situada sobre una plataforma tapizada de hierba, su emplazamiento es magnifico. Calzadas a ambos extremos del cardo unían la ciudad a Lattakia por un lado y Hama por otro.
Su largo cardo de 1850 metros quedaba interrumpido por tres columnas centrales equidistantes , sustentadas sobre un pedestal con bancos. Desde el emplazamiento de estas columnas salían en perpendicular los decumanos, rompiendo así la doble hilera de columnas que flanquean la vía central. Estas son lisas en un extremo, pasan a ser estriadas mas adelante y culminan por el extremo orientado hacia Hama en estrías espirales, indicando así diversas fases constructivas, y aproximándose al gusto oriental.
Bajo el pórtico que formaban las columnas, se hallaban las tiendas. Aun hoy puede leerse el nombre del propietario de algún local y los artículos en venta sobre alguno de ellos. Aunque fue financiada con capital público, algunos particulares aportaron su contribución, teniendo derecho así a colocar su estatua sobre pedestales adosados a media altura de las columnas.
De Aphamea impresiona su emplazamiento, sus dimensiones y la elegancia de sus proporciones. Puede imaginarse el cardo transitado por gentes procedentes de asia o del mediterráneo, la rica amalgama de culturas que allí se daban cita. La riqueza de las mercancías y la babel de lenguas. Marco Antonio y Cleopatra fueron dos de sus ilustres visitantes, así como el emperador romano Adriano.

La ciudad de las norias.

En la misma vega fértil en que está emplazada Aphamea, Hama se extiende abrazando el curso sinuoso del río Orontes. Nace en los montes líbicos, riega el fértil valle a través de los múltiples canales y desemboca al sur de Antakia. Esta fertilidad, no obstante, es reciente. Hasta que no se canalizó, el Orontes era un ser desbocado que inundaba la llanura con las aguas del deshielo, encharcaba las tierras hasta empantanarlas y finalmente se evaporaba. La región era insalubre.
La ingeniería supo domarle y aprovechar su potencial en su provecho. Dos canales paralelos recorren hoy el valle con múltiples canales transversales que a modo de escalera liquida, comunican sus aguas. El valle es un manto verde.
En Hamay sus proximidades, múltiples norias aprovechaban el agua para regar sus huertas. Las mas grandes disponen de acueductos que van distribuyendo el agua a alturas decrecientes. Hoy quedan pocas en funcionamiento. Hoy Hamas es una ciudad moderna, recién salvada de la destrucción a que fue sometida por el mismo régimen que hoy la reconstruye, tras su levantamiento en 1982. Los insurgentes reclamaban entonces que el islam rigiera sus vidas y gobierno. Aleppo se unió transitoriamente al levantamiento. En aquella ocasión, el poder no dudó en bombardear el barrio antiguo con sus habitantes dentro. Los muertos se contaron por decenas de miles aunque la cifra exacta nunca se ha dado a conocer oficialmente.
El esplendor y la belleza del barrio antiguo puede aun admirarse en sus calles, arcos, fachadas y balcones y especialmente en el palacio Azem. Hermosos patios con fuente central, ventanas de piedra tallada y perforada en encaje de detalles florales y geométricos, combinación de mármoles negros, blancos y ocres dan a sus exteriores una opulencia contenida. Su interior se desborda en la profusión de artesonados de madera policromada y múltiples detalles decorativos multicolores en techos, muros, puertas y ventanas. La construcción ha finalizado, pero la rehabilitación de la policromía aun sigue en curso. En algunas estancias adyacentes al patio, maniquíes representan escenas cotidianas: el molido del grano junto al hogar, la preparación de una boda o las abluciones en un hamman. Los maniquíes francamente desmerecen el esmero con el que se han rehecho muros y maderas.
Se sigue atravesando el fértil valle : campos de trigo, forraje, olivos, almendros y frutales conforman un paisaje propio de nuestras tierras del levante. Solo agun minarete o cúpula en los pequeños núcleos nos sitúan de nuevo en Siria.



Aleppo

El Souq de Aleppo. Oro y chatarra, velos y tejanos.

Souq az-zarb atraviesa el gran souq de este a oeste. Su acceso es un arco que aparece cual boca negra desde el pie a pleno sol de la ciudadela. Sin solución de continuidad, la oscuridad de la boca se pouebla de luces, colores, sombras y movimiento sin fin.Resulta difícil retener en la pupila todo cuanto se ofrece a la vista, tal es el abigarramiento. No es éste un souq para turistas, aunque obviamente lo visitan.
Bien ordenado en torno a su eje, con calles paralelas y perpendiculares, aquí es difícil perderse. Su carácter local queda enseguida patente en sus clientes. Grupos de mujeres enfundadas en el chador zigzaguean de un lado a otro de la calle, alzan la cabeza, palpan tejidos y ropa, comentan,discuten. Juntan sus cabezas para admirar vistosos trajes de vivos colores ,brillantina y espectaculares diseños, recién salidos del baile de cenicienta.
La sección de la perfumería colapsa la pituitaria. Domina sobre el resto, el aroma del jabón de aceite y laurel, confeccionado en bloques que diestramente cortan en un tris-tras por la mitad con un cordel. No te puedes resistir al aroma, al parloteo y al precio ridículo de un artículo absolutamente artesanal y presuntamente colmado de propiedades benefactoras para la piel.
Una Medresa aun ocupa su espacio original y diseminados por el souq, aun pueden apreciarse las ricas construcciones de los khan, establecimientos hoteleros para los mercaderes que visitaban la ciudad y deseaban alojarse en su corazón.



Una velada musical

Bimaristan Arghan es una antigua casa árabe. Tal mansión fue donada como hospital para enfermos mentales peligrosos. El Islam solo encierra a aquellos enfermos que suponen un peligro para el prójimo. Al resto los acepta como tales, formando parte de los designios de Alá y provee por ellos.
Pueden aun visitarse las pequeñas celdas enrejadas donde se les recluía y las distintas salas donde se les daba tratamiento basado en la administración de agua y luz. Si estaban demasiado excitados se les colocaba en salas mas oscuras. Se consideraba también que el sonido del agua tenía propiedades sedantes. La regulación del paso de luz, venía predeterminado por el tamaño de las aberturas en las cúpulas de los pequeños recintos de tratamiento.
Junto al patio central, con su preceptiva fuente, el diwan, sala adyacente y cubierta con bóveda, se había dispuesto en esta ocasión para la actuación de músicos y bailarines. Tras una introducción musical, hacen su entrada en grupos de dos y cuatro alternativamente bailarines con espada y un pequeño escudo simulando una cortés lucha dos a dos. A continuación, un grupo de 10 bailarines sosteniendo un pañuelo en cada mano evoluciona rítmica y cadenciosamente. La estética de vestidos de seda marfil y dorado, zapatillas de charol blanco y pañuelos de encaje levemente sostenidos entre los dedos índice y medio, así como el movimiento resultan un tanto extraños en hombres de recios bigotes negros. Tal celebración aun se desarrolla en bodas.
Finalmente aparecen los derviches. Todo un alarde de equilibrio y concentración. Tres adultos y un niño que no supera los 10 años. Los adultos en pleno control de sus movimientos, el pequeño parece estar a punto de derrumbarse en cualquier momento. Su cabecita vencida hacia atrás, sus bracitos flácidos y desarticulados, su rostro lívido y su mirada en blanco no parecen pertenecer a un niño y sí a un espíritu. Los giros van acelerándose hasta que la música se interrumpe bruscamente y con ella el movimiento. Solo el niño sigue ajeno y girando sin control. El precio un grito de un adulto para que se detenga y se quede mirándole extraviadamente.
Los braseros que calentaban el alto recinto se han ido enfriando. A la inmovilidad como espectadora, se ha superpuesto la causada por el espectáculo. Debo desentumecerme y acercarme a los rescoldos para recuperar algo de calor.
¿Tendrá alguna relación el lugar escogido y el espectáculo?

Un inmenso patio de escuela

Potrillos desbocados con batitas azules galopan puente abajo desde la ciudadela de Aleppo. En sucesivas oleadas las pequeñas hordas invasoras de la fortaleza la abandonan chillando, riendo, saludando miles de “hello” risueños y traviesos. La han estado asaltando durante toda la mañana, expoliando su silencio, inquietando el reposo de sus ruinas. Han conquistado sus primeras defensas e, instalados en los patios que la coronan, profieren las proclamas de rigor que un maesro-sargento les inculca: “Con mi sangre, con mi alma, siempre contigo presidente”. “Where are you from?”, nos espeta el maestro, brazo en alto, protegiendo su parada del asalto de nuestras cámaras. “Germany, France?”, añade frunciendo el ceño. Me pongo firme y proclamo:” Spain”. Abrete sésamo. El aguerrido defensor, baja el brazo, describe un movimiento pendular cual si retirara una cortina y exclama :”Then, photo!” La tropilla se dispone ante la cámara, alguno se atreve a avanzar un paso. El maestro lo retira de un manotazo.
Mientras, otros grupos van cediendo espacio a los siguientes en ordenadas filas. En una terraza inferior, en cerrada formación esperan para abandonar el bastión.
Hoy, la ciudadela asemeja una abuela complaciente. En su juventud supo guardarse bien de sus asaltantes. Dos torres de defensa con portón, le daban acceso. Ambas puertas están unidas por un puente de escalera que salva el foso. Doble poterna. La del cuerpo de muralla, con un orientación de 90 grados para evitar el asalto con ariete. Desde la parte superior, numerosos orificios para soltar los “regalos de bienvenida”.
Hoy día se destaca engarzada en el promontorio cónico gracias al foso de 30metros de anchura y el paseo y calzada circulares que la separan de la ciudad vieja y el souq.
El hermoso edificio de piedra que alberga la casa del gobernador parece arrodillarse a sus pies. Acompaña a éste la cúpula amarillo yema de un hamman.





El hamman Al-Nasri

Basta acercarse al mismo y afirmar que no vas a tomar un baño para ser inmediatamente introducida en él, e invitada a recorrerlo. El pasillo de acceso describe dos ángulos rectos en distinta dirección hasta la sencilla puerta de entrada. La sala que me recibe es por lo menos peculiar. En forma de cruz, en los lados de sus brazos, hay plataformas elevadas con bancos y mesas de madera donde los usuarios se relajan bebiendo y conversando. Algunos en toallas, otros aun vestidos. Tras estos bancos, unas cortinas separan pequeñas estancias con armarios donde depositar la ropa. En el centro de la sala en cruz, una fuente de poza alta llena de agua y el vapor que impregna el espacio, proporcionan una agradable acogida. Otro pasillo se dobla en ángulo recto hasta la puerta de la sala de baños y masaje. Un grupo de mujeres se reparte por la cuba de agua y suelo de piedra. Una está frotando enérgicamente la espalda a otra, tumbada de espaldas sobre el lecho de agua. El agua y el vapor lo permea todo y disuelve las risas y el parloteo. Con pequeñas cazoletas algunas vierten sobre su cuerpo enjabonado agua que extraen de unas tinas de piedra. Cuando se visita el hamman del palacio en la ciudadela, no costará imaginar como el sultán y sus mujeres disfrutaban de semejantes exquisiteces para el cuerpo y el alma.

Al-Djeida, el barrio armenio

Se trata de un barrio hoy incrustado en el nuevo Aleppo.
En un espacio reducido se apiñan la catedral maronita, la iglesia católica siria, la iglesia ortodoxa griega y la catedral armenia de los 40 mártires. En todas ellas asisto brevemente al oficio de celebración del jueves santo. En todas ellas, varios sacerdotes concelebran entonando cantos. El olor de la cera y el incienso proporcionan un cálido ambiente familiar, tras la sobriedad de los templos musulmanes. Aquí la concentración de mujeres desveladas es notable. Lucen bellas melenas, llamativo maquillaje y algunos tacones de aguja imposibles. Contrasta esta estética incluso aquí, con el recogimiento religioso y con la profusión de lo chador de los souqs circundantes.
En un rincón del souq próximo, pequeño, pulcro y cubierto por sencillas bóvedas blanquedas, descubrimos un escaparate iluminado. En él, los artefactos de seducción más inverosímiles nos asaltan la vista. Trios de margaritas enormes, pretendidas para cubrir un mínimo de la anatomía femenina, plums rizadas y lentejuelas y cuanto más se pueda imaginar está allí. Trato de imaginar alguna de aquellas damas enlutadas abriendo su chador con gesto insinuante y mostrando tales intimidades. No puedo contener la risa.
Reiniciado el vagabundeo, desemboco en un extremo de la Sharia as-Sissi. Las fachadas de piedra y sus balcones me absorben en su estrechura y descubro encantada una casa árabe del siglo XVI hoy convertida en hotel-restaurant: beit-Wakil. Su interior supera con creces las expectativas. Particiones y escaleras de madera ricamente trabajada, vitrinas con multitud de objetos de cristal, metal y cerámica recubren las falsas paredes. El espacio hoy destinado a la recepción es una sala de alto techo en doble arco que da acceso a un patio del que no desearía salir. Fuente central y a su alrededor en dos de sus muros, balconadas de madera con acceso a las habitaciones. Las puertas de éstas son dobles, perfectamente barnizadas y delicadamente iluminadas por farolas de hierro y cristal amarillo. Sobre un tercer muro se abre un gran ventanal de cristal fijo y sobre el cuarto muro, la piedra domina el conjunto, reservando unas pequeñas aberturas.
La sala hoy ocupada por el comedor es altísima. En realidad, era el patio descubierto que las necesidades actuales han hecho cubrir con un toldo sobre elevado y practicable sobre rieles de hierro.
En uno de sus muros, dos tramos de escaleras de piedra unen sus primeros peldaños en el centro, al pie del mismo. A uno y otro lado, en sus extremos superiores, se abren puertas.
El espacio respira amplitud y profusión, sensación de confortabilidad, espacio y recogimiento al mismo tiempo. Afortunadamente, se ha sabido actualizar la belleza e inteligencia constructiva.
Beit-as Sissi, se halla unos metros mas allà, en la fachada de enfrente. Otro bello edificio parecido al anterior, esta vez del s.XVIII. Igualmente recuperado, restaurado y habilitado como restaurante. Los clientes van apareciendo para una cena de víspera de festivo. Con traje impecable ellos, vestidas a la europea ellas, luciendo melenas, pantalones o faldas ceñidas y cortas. El maquillaje es tan parecido que cuesta diferenciar sus rasgos faciales: polvos de color clarísimo, ojos y pestañas de denso negro, labios magenta. Apenas se levanta el ultimo comensal de una mesa, los camareros vuelan literalmente a prepararla para los que esperan y aun antes de que los primeros hayan cruzado la salida, nuevos clientes se hallan ya instalados para disfrutar de sus “mece”.
Hermosa tarde y noche recorriendo lo que podría ser el mas bonito barrio de Aleppo.

Un personaje surrealista

La zona comprendida entre Aphamea, Antioquia y Turquía, un rectandulo de 100x 75 km, es terreno calcáreo. Masas de campesinos se desplazaron a cultivar este territorio pedregoso, concentrando sus esfuerzos en la vid y el olivo. El mundo bizantino apreciaba ambos productos. Con la llegada del islam, la producción de vid cayo en picado y muchas aldeas fueron abandonadas. Hoy hay mas de quinientas esparcidas por la zona. Se las denomina las “ciudades muertas”. Lo que hoy atrae visitantes a la zona es el lugar hoy llamado Quala’at at Samaan. Para el mundo cristiano y occidental es Simeón el Estilita.
Ciertamente un personaje cuanto menos peculiar. Insatisfecho con la superficialidad de la vida monástica de la época bizantina, entró en la vía de la mortificación de cuerpo. Habiéndose retirado a una cueva tras ser expulsado del último monasterio, los curiosos iban a visitarle. Optó entonces por encaramarse a una columna que, conforme crecía el número de seguidores, creció en altura, hasta alcanzar los 18 metros. Escogió bien el lugar, un altozano que domina la meseta calcárea, desde donde se divisan los montes de Turquía. Vivió y murió en la plataforma sobre la columna, a la que estaba atado por una cadena.
Predicaba a las numerosas gentes que acudían. La zona era lugar de paso y confluencia y los viajeros se sentían llamados por la curiosidad. Sus seguidores construyeron alojamientos e incluso vendían souvenirs. Tal fue el fervor mercantil que, tras su muerte la columna fue desapareciendo, convertida en pequeños fragmentos a tanto la pieza. Hoy una forma ovoide irregular de unos 160 cms de altura, es cuanto queda de ella presidiendo el centro de la basílica.
Tal peregrinación fue fomentada por el imperio con la construcción de la basílica de nave octogonal y ábside desviado respecto al eje, emulando la inclinación a la derecha de la cabeza de cristo crucificado.
Este personaje no era el único en crear un estilo peculiar de entrega a su creencia. El cristianismo ya dominaba y las sectas proliferaban, a cual mas celosa en preservar las esencias, mortificando el cuerpo. Los había que optaban por enterrarse en el suelo, dejando únicamente la cabeza al descubierto. Otros, se encerraban en pequeñas habitaciones, sin puertas ni ventanas, ni techo para sufrir las inclemencias. Otros reptaban desnudos alimentándose de cuando quedaba al alcance de su boca.
Buñuel debió quedar seducido por el personaje y le dedicó una película, Simeón del desierto.


Camino del Eufrates.

La mal llamada estepa.
Al territorio al este de Aleppo lo llaman estepa. Contra lo que cabía esperar, es una sucesión de campos labrados, grandes extensiones de cultivos mecanizados. La electrificación y la canalización del agua finalmente ha dejado de ser un proyecto y en los últimos 10 años se ha hecho realidad y ha convertido un terreno yermo en un granero. Donde antes había poblados difusamente repartidos, ahora hay poblaciones mayores donde se aprecia la dinámica de sustitución de las tradicionales viviendas de adobe por edificios de cemento. Asimismo, a esta población sedentarizada, se añade la tradicional población nómada constituída por gitanos, que habitan tiendas de lona y van desplazando su habitación allí donde hay necesidad de braceros.
La población ha crecido exponencialmente. Soy testigo de ello en un poblado a pie de carretera. Un numeroso grupo de niños sale al encuentro del visitante. Tras ellos y como bello fondo, se ven habitaciones semiesféricas de adobe rojo, otras trapezoidales de factura simple que albergan personas y animales. Es imposible resistirse al embate de las voces reclamando “sura” (fotos), a sus múltiples preguntas y solicitudes. Hay que recurrir a la mímica y al tono de voz para hacerse entender. Elementos para nosotros tan cotidianos como unas gafas son objeto de deseo. Algunas ya son claramente líderes: no dudan en apartar de un manotazo al menor que quiere compartir el encuadre. Esas mismas jovencitas van corriendo en busca de su hermano de meses para que salga en la foto con ellas.
Las mujeres se afanan barriendo imposiblemente un patio de tierra, regando otro de cemento, preparando la comida en un habitáculo de cemento impoluto. Una de ellas me toma de la mano y me introduce en su casa. No le basta que le muestre mi aprecio, quiere una foto de su interior, de su mueble atestado de vajilla y recuerdos, con su televisión presidiendo. El piso está recubierto de alfombras de lana multicolor. Contra el muro derecho se apilan múltiples colchones doblados, forrados de telas estampadas y cubiertos por un visillo de encaje.
Es la estancia donde se reunen, reciben visitas, duermen y comen. El orden y pulcritud son impecables. Estas mujeres no consientes el asalto de la tierra y el polvo circundantes.
Cada vivienda consta de un conjunto de edificaciones en torno a un patio exterior. En el centro de este patio hay un pozo con brocal y montantes de adobe pintado de blanco. El pozal es de zinc.
Las gentes de estos poblados disponen de dinero, tienen cubiertas sus necesidades. Su ahorro lo acumulan en ajuares y oro.

La dote musulmana.

El novio suele dar una dote de 200.000 libras (3000 euros), que se reparten entre la familia de la novia y ella misma. Se entiende que la familia debe resarcirse del esfuerzo de haber mantenido a la novia y de proveer su ajuar. Su propio dinero, la novia puede usarlo si lo desea pero se espera que sea el marido quien sostenga a la familia. En caso de divorcio por decisión del hombre, el marido está obligado a dar a la mujer otro tanto de lo que dio como dote. La región del Eufrates suele registrar las dotes mas altas de toda Siria (hasta 300.000 libras).

Calidad y calidez humanas

Un anciano tocado con el kiffiyeh rojo, abre su casa y ofrece el té de la hospitalidad. Nos cuenta que entre el enjambre de chiquillos, ocho hermanos perdieron a su padre en un accidente de coche. El se ha hecho cargo de la viuda y sus ocho hijos.
Una se pregunta si nuestro sistema de previsión y nuestras múltiples instituciones sociales de protección de la infancia, pueden ofrecer una solución mejor en casos semejantes.

Los “arab”

Curiosamente los árabes de Siria llaman despecivamente “arab” a los nómadas. Supervivientes de un estilo de vida ancestral, siguen recorriendo la zona del Eufrates. Son la raza más pura, que habitualmente se reparte entre Siria, Irak y Jordania. Al norte de Siria se mezclan con los kurdos, a oeste con los descendientes de los cananeos y fenicios. La fertilidad de las tierras regadas por el gran río, ha convertido a una parte en sedentarios a lo largo de la historia y este proceso aun persiste. Pero aun así, los hay que prefieren mantener su nomadeo.

En el Eufrates.

El Eufrates de la discordia

Turcos, Sirios, Iraquíes aun siguen enzarzados por un quítame ahí estos hectómetros cúbicos. La primera presa se construyó en Turquía, con las consiguientes restricciones del caudal para Sirios e Iraquíes. Tras la construcción de la presa Al Assad, los tres países convinieron no emplear el control del agua como arma.
Con la presa, el lago Al Assad, ha aseguado desde 1970 el suministro regular de agua para el cultivo y las necesidades humanas, minimizando al mismo tiempo las repercusiones de la actuación de Turquía sobre el caudal del río.
Poco antes de la inundación de la zona, el gobierno sirio hizo un llamamiento a las universidades de todo el mundo para excavar y catalogar los poblados neolíticos que la inundación de la presa anegaría para siempre. Las universidades respondieron y se comprobó que el valle había sido poblado desde el 12.000 a.C. siendo éstos los primeros asentamientos que marcaron el tránsito del nomadismo al sedentarismo. Coetáneos de Jericó, hoy esta matriz de nuestra civilización yace bajo su líquido sepulcro.
El lugar se ha convertido en zona de baño y asueto para los residentes. Media docena de barquitas ofrecen un paseo por las aguas de un turquesa transparente.
El castillo de Jabeer se encuentra hoy rodeado por las aguas, unido a tierra por un estrecho istmo. Prácticamente derruido, solo conserva parte de la muralla. Nureddin lo conquistó como venganza por la muerte de su padre, cuya vida rindió en su intento de tomarlo.



En medio de la nada

El recinto amurallado de Russafa se halla a las puertas del desierto. Por lo menos hasta ahora. Existe un proyecto para irrigar toda esta zona con el agua canalizada del Eufrates pero Russafa no llegó a conocer tal suerte en vida. Sin embargo, upo dotarse de medios para resistir los embates de los pueblos enemigos de Bizancio, entre otras cosas, construyendo descomunales cisternas que recuerdan iglesias de altas naves. Es posible descender a las mismas y merece la pena hacerlo para valorar su grandiosidad.
Parte de sus murallas han sido reconstruidas por equipos de arqueólogos alemanes asi como las cisternas; sin embargo, la mayor parte del recinto que encierran los muros de defensa es aun una explanada informe y ondulada que recubre el 90% de lo que fue la ciudad. Así la dejó la última y definitiva invasión de los bárbaros, para quienes ningún valor tenía tal prodigio, obra de un hombre dispuesto a defender su civilización en medio de la nada.
Russafa contiene una curiosa escuela-taller de arquitectura. Se pueden apreciar en su basílica las tentativas de un arquitecto tal vez demasiado osado o temerario. Los grandes arcos de los muros laterales se mostraron de inmediato incapaces de sustentar el peso y hubo de rellenarlos con dobles arcos interiores. Cuando los muros laterales cedieron, hubo de apoyar rudos contrafuertes y entonces empezó a ceder la fachada. La solución consistió en tapiar la puerta central. Finalmente consiguió que no se viniera abajo. Un terremoto resquebrajó el ábside, pero la iglesia, quizá cansada de luchar, decidió mantenerse en pie. Cuando, poco antes de ser asaltada y destruida la ciudad, los monjes huyeron, sepultaron los tesoros de la iglesia. San Sergio y la fe de sus devotos lograron sobrevivir a los bárbaros, terremotos y arquitectos en prácticas. Todo esto ocurría en el siglo VI.

¿Ustedes son familia del novio?

En la plaza de una aldea junto a la carretera, una multitud oculta el origen de una música machacona hasta la hipnosis. Pronto se distingue una larga hilera de hombres con jalabiya, hombro con hombro, mano en mano, saltando, basculando el cuerpo y alzando rítmicamente los hombros, al son de la música. Sin saber cómo me encuentro en medio de la multitud que forma un amplio corro alrededor de los danzantes. En un extremo se congregan las mujeres, los niños y algunos hombres. Una de ellas se levanta de inmediato ante mi presencia intrusa y me ofrece su criatura de meses. Criatura regordeta y risueña que ríe desdentada cuando la sostengo sobre mi cabeza. Me invitan a hacerle una foto con su madre y otra conmigo. ¡Qué muestra de confianza! En cuanto devuelvo la criaturita a los brazos de su padre, un hombre me coge la mano y me introduce en la danza. Moverse y seguir el ritmo y los pasos presionada por ambos lados es ciertamente arduo. Se ríen mis compañeros mientras tratan de enseñarme inútilmente y repiten sus instrucciones sin cesar. ¡Qué mas quisiera yo que entenderles! Decido no pensar en mis pies y me dejo llevar. Por lo menos si cierro los ojos no veo su regocijo ante mi torpeza. La hilera es ahora un círculo completo que va girando alrededor de la plaza. La música no cesa. El cansancio se acentúa. Siento el peso de mis compañeros, la tensión en mis piernas, empiezo a entender cómo se sentía el niño derviche, atrapado en el baile.

La música cesa. Distingo brevemente a los novios abandonando el lugar y las miradas cómplices y pícaras de algunos invitados. Alguien ha cogido el micro y entiendo que mencionan la palabra “España”. Aplausos. Agradezco la invitación y me retiro.
Reclino mi asiento y contemplo la luna llena mientras recorro los últimos kilómetros de la recta pista que me separan de Deir Ezzor.

Tierra de beduinos

Los habitantes de Deir Ezzor tienen mas en común con los de Irak que con los sirios. Beduinos árabes, que han ido asentándose progresivamente hasta constituir la mayor ciudad del desierto de Siria.
Han prosperado notablemente gracias a los yacimientos de petróleo y gas. Su raza no tiene la mezcla delos habitantes de la costa y las tierras fértils, su lengua es una variante, su aspecto los distingue.
Cuando Estados Unidos declaró la guerra a Irak, a muchos de ellos les faltó tiempo para marchar voluntarios a defender a sus hermanos. No entienden de fronteras impuestas por el extranjero. Una veintena de hombres no regresó.
Esta noche en un puesto de shawarma, las manos de un gigante se mueven con destreza y agilidad asombrosas. Con la precisión de un malabarista coloca los ingredientes, envuelve el rollito de pita, lo unta con airosa pincelada, lo envuelve y lo entrega sonriente y dicharachero a los numerosos clientes. Su hermano-polo-opuesto está sentado frente a una mesita puesta en la acera. Luce barba blanca, gorrito a la turca. Con una mano pasa las cuentas del rosario de oración, con la otra abre parsimoniosamente el cajón, coloca el dinero y retira el cambio.
Este hombre grande ama su oficio. Está feliz, se siente seguro y confiado del servicio que da, encuentra el momento de charlar amigablemente en una pausa en el trabajo. Comer en su establecimiento es algo más que llenar el estómago. Es comprender de nuevo que la serenidad no consiste en hacer lo que uno quiere, sino en querer lo que uno hace. Este hombre grande es un gran hombre.

Ingenieros de canales del III milenio

Las excavaciones de la ciudad-estado de Mari han desvelado diversos estratos, desde el III milenio antes de nuestra era. Una vez desenterrados, se ha comprobado que los muros del palacio median hasta 5 metros de grosor. Pasearse por su interior, a pesar de la ausencia total de mosaicos, frescos o enseres, da una idea de la grandiosidad del lugar y su capacidad para conseguir aislarse del calor o frio del desierto circundante.
Pero mas notable aun que su arquitectura es el dominio que los sumerios de Mari tenían de la hidrología.
En la encrucijada de rutas del mediterráneo a la Mesopotamia, Mari creció y se enriqueció. Se dotó de un sistema de canales, el mas llamativo de los cuales permitía a los barcos remontar el curso del agua durante 120 km, por el procedimiento de ralentizar su velocidad. Otro sistema de canales regaba toda la zona circundante asegurando, no sólo la supervivencia de sus habitantes, sino obteniendo excedentes. El mismo palacio disponía de un sistema de drenaje del agua de lluvia que penetraba inevitablemente sus muros de adobe. El agua era canalizada, saliendo por la base de los muros construida en piedra y era recogida en una cisterna central de cerámica.
Muestras de la importancia que tenía la producción agrícola y por lo tanto el aprovechamiento óptimo del agua, la tiene el hecho de que el rey que a su vez oficiaba de sumo sacerdote, era el máximo responsable, pudiendo llegar a pagar con su vida los fracasos en sus previsiones. No faltaban entre sus sacerdotes quienes, llevados por la ambición, aprovechaban sus supuestos errores. Al respecto, se ha hallado una figura femenina que sostiene entre sus brazos un cántaro. Un ingenioso mecanismo permitía introducir agua a presión por la parte posterior de su base, simulando una respuesta complaciente de los dioses a las rogativas de lluvia.
Mari fue rica por el comercio que en ella se desarrollaba entre los viajeros en ruta, procedentes de muy distintos lugares. Se convirtió en objeto de deseo, sufriendo por ello diversos ataques. Logró sobrevivir a los mismos hasta 1768 a.C. en que Hammurabi la destruyó. Se instauraba con ello el dominio territorial de los pueblos semitas sobre los sumerios en toda el área.
Las excavaciones iniciadas por los franceses destaparon además cinco templos, una cisterna de ladrillo cocido, un ziggurat y 25.000 tablillas de arcilla, con registros de hechos de la historia de la ciudad.
La importancia de los escribas queda de manifiesto en el espacio que ocupaban en las habitaciones del palacio, junto a las cocinas, en cuyos hornos se cocían las tablillas.
Si hoy podemos ver Mari después de 4000 años, es gracias a haber estado cubiertas por el proceso natural del viento y la tierra. Lamentablemente, ahora están expuestas a los elementos por falta de recursos para protegerlas de la lluvia y la erosion del viento. Es probable que acaben desapareciendo.

Emblema de tolerancia

Cercana a Mari, Dura Europos, a pesar de la escasez de elementos arquitectónicos que permanecen en pie, sorprende por su extensión.
Se trata de una ciudad helenística-romana del siglo III a.C., fundado por los descendientes de Alejandro Magno, aunque mantuvo el antiguo nombre asirio del lugar. Los romanos consiguieron integrarla en su sistema defensivo y el talante tolerante de Adriano fue decisivo a la hora de garantizar la convivencia de diferentes credos en el interior de su recinto amurallado: una iglesia, una sinagoga, templos griegos, romanos y mesopotámicos, todos ellos coetáneos. Adriano supo comprender que la defensa de tan extenso imperio requería de alianzas que difícilmente podían sostenerse sin una alta cuota de autonomía.
Su emplazamiento es notable, estando limitada la meseta sobre la que se asienta, por un precipicio sobre el río. A pesar de sus defensas los persas sasánidas la asaltaron socavando la base de la muralla en 256. Aunque sus defensores derruyeron las casas colindantes para contrarrestar la debilidad de la misma, ésta acabó cediendo y con ella el dominio romano en la zona.



Camino de Palmira

¿Los últimos nómadas?

En medio del páramo desértico un reducido grupo de personas atiende un pequeño rebaño de larga y densa lana. Los animales pastan la escasa hierba. A unos doscientos metros tras ellos, se distinguen dos grandes jaimas y algún objeto mas aun inidentificable. Me acerco a ellos. Tras un breve encuentro, abren el paso hasta las jaimas.
Junto a ellas se hallan tres mujeres y siete criaturas. Todos ellos observan en silencio; la timidez de los nómadas es proverbial. Ofrecen té, como mandan las reglas de la hospitalidad. Disponen de un tractor, un remolque y un montaje metálico que sugiere una cocina de campaña. Las jaimas están vacías, con los colchones y mantas apilados en un rincón. Los toldos son de arpillera, muestra evidente de la escasez de lluvias. Se ha aproximado un hombre y algunas criaturas mas. Están pasando todo el curso escolar en el mismo lugar para que los pequeños puedan ir a la escuela. No se aprecia ninguna construcción a la vista, lo que hace suponer que deben desplazarse en el remolque del tractor. Tal escuela, agrupa alumnos de varios campamentos como éste.
Son gente alta y fuerte, de rasgos hermosos. El efecto de la intemperie está grabado en su rostro, así como su carácter: serenos, discretos, hospitalarios y receptivos a la curiosidad del visitante intempestivo. Los niños se mantienen a distancia, sin quitarme los enormes ojos de encima ni responder en modo alguno a mis sonrisas o gestos amistosos. Parecen no estar en absoluto familiarizados con lo ajeno a su gente.
Un pequeño grupo acaba de acercarse. Encierra un pequeño rebaño en un redil de arpillera. En la distancia una rebaño mayor se está agrupando y acaba formando una fila india que se dirige a una de las jaimas. Mientras, el anfitrion cuenta que la zona que recorren anualmente abarca todo el curso superior del Eufrates sirio por el norte y por el oeste hasta las montañas del litoral . Hasta el año 70 entraban incluso en territorio iraquí en busca de pastos. Hoy solo dos hermanos son sus respectivas familias forman el campamento. Cuando estas criaturas y las que aun vengan crezcan ¿podrán tener todos su propio rebaño? ¿Querrán seguir manteniendo este tipo de vida? De momento el estado sirio subvenciona el pienso imprescindible en época de sequía porque su número es escaso, pero el ofrecimiento de sanidad, escolaridad y otras garantías sociales es demasiado tentador para mantener un sistema de vida tan duro. De hecho, la mayoría de los nómadas son ya semi-nómadas y antiguas aldeas se han convertido ya en ciudades. Tal es el caso de Palmira, la próxima etapa de viaje.
Agradezco la acogida y vuelvo a la carretera. Inopinadamente he interrumpido el paso de media docena de ovejas disgregadas del rebaño. Son animales enormes, de grueso manto de larga lana y alguna con enormes cuernos retorcidos. De repente arremeten y sortean al extraño ser humano que se ha cruzado en su camino en el último momento. Sólo querían unirse al rebaño.




La ciudad de las palmas

La enorme luna naranja se ha asomado en el horizonte. El vehículo se desplaza por la carretera silenciosa, apenas transitada. Algunas luces delatan la presencia humana aquí allá en el monótono paisaje desértico. La luna es ahora un disco de nácar envuelto en un halo de niebla, cuando, en el horizonte se destaca el castillo iluminado de Palmira.
Se impone madrugar para ver salir el sol entre las gráciles columnas. Apenas se eleva sobre el horizonte, rehago el camino del hotel y me acuesto una hora mas para poder afrontar el día entre extensas ruinas que me espera.
Desciendo ante la puerta del mayor hipogeo. La cámara inferior es un bello recinto de enterramiento. Al fondo, bajo una semicúpula, un fresco adorna el muro. En él, Aquiles se ha disfrazado de mujer y oculto entre ellas, espera poder evitar participar en la batalla de Troya. Será localizado y tendrá que cumplir con la obligación y honor del guerrero que nunca puede dudar de entregar su vida y ganar con ello la gloria, promesa que no puede romper. Tal era el concepto de vida y muerte, su entrelazamiento. La vida no tiene sentido sin su sacrificio. Las imágenes representando a los muertos, son idealizaciones. Habrá que esperar a la época romana para que las figuras no ahorren sus rasgos reales.
Salgo del recinto cruzando la enorme puerta de piedra que podían abrir por pivotar sobre ejes apoyados en orificios en su base.
Una torre mayor que las tres que la flanquean es otro sistema de enterramiento. Se trata de una torre cuadrangular. Puede ascenderse por su interior hasta la cima, perfecta atalaya desde donde contemplar toda la extensión de la ciudad. En cada uno de sus pisos, se encuentran nichos y esculturas yacentes. La terraza no tiene barandilla de protección y la acumulación de visitantes invita a la prudencia de una breve visita.

Templo de Bel

Dios de la fertilidad, equivalente de Baal, es el principal del panteón de Palmira. Su antecesor fue venerado por sumerios y babilonios. Palmira tenía la peculiaridad de tener una religión propia y un modelo social romano. El templo en cuestión ocupa un espacio mayor que el ágora. Fue construido entre los siglos I y III d.C. Sus columnas corintias forman un cuadrado de 200 metros de lado. Por la parte exterior de su fachada, en la edad media se construyó una muralla, lo cual impide actualmente contemplarlo desde ese ángulo. Desde el templo era posible contemplar a sus pies la ciudad de techos rojos y descender a la misma por una escalinata y una vía flanqueada por columnas.
La nave central estaba rodeado por doble hilera de columnas. Como en el caso de Amrit, la nao estaba rodeada de un patio que en Amrit había sido convertido en piscina. La Ka’ba tiene la misma estructura. Tambien en este templo se daban 7 vueltas alrededor de la representación del Dios. En la piscina adyacente un sacerdote echaba gotitas de agua sobre los animales que iban a sacrificarse. Junto a la nao, sobre el altar de sacrificios, desangraban a la víctima y la sangre circulaba por un canal de piedra que aun se conserva. El Dios compensaba el ofrecimiento de sangre otorgando fertilidad. Del rito se conserva aun hoy la costumbre islámica de desangrar al animal para conservar mejor la carne. Junto a esta representación, la del altar con frutas talladas en la piedra, contrapartida al sacrificio de sangre. El enorme bloque tallado, muestra una cenefa que alterna una figura ovoide, símbolo de la vida y la representación de la punta de la espada, símbolo de la muerte. Como muestra un relieve del altar de sacrificio, la estatua móvil del dios, era introducida y extraída sobre un camello.
En el interior de la nao, a ambos extremos había dos altares: uno para la estatua del dios fijo y otro para la del móvil. Sobre la losa de piedra que corona los altares, tallada en una sola pieza, puede observarse una cenefa de grecas. De origen indio, representa al astro girando, símbolo de la eternidad.
Una característica de la nao es la asimetría de la puerta, desplazada con respeto al centro, así como su ubicación en uno de los lados largos, a diferencia del templo griego. El dios de la luna y el del sol flanquean a Bel sobre el pórtico.

El oasis

Desde el paleolítico, éste ha sido el oasis mayor. En Mari se ha encontrado mención escrita a este hecho. En el siglo IV a.C. los griegos descubren su importancia, por estar situado en el punto medio del desierto sirio, y se asientan en él.

Los romanos acabaran con la inestabilidad de esta encrucijada. La ruta desde la China bordeaba el golfo pérsico, pasaba por Aqaba , cruzaba Palmira y llegaba al mediterráneo. Otra ruta iba por el Eufrates. Los romanos se alían con las tribus árabes en Homs y Palmira. Dejan que se beneficien del comercio pero aseguran la estabilidad. Los romanos tomarán Petra cuando no la necesiten ya y comienza entonces el ascenso de Palmira. Petra esta en el camino mas corto desde el Eufrates. El paso por Palmira implicaba el pago de impuestos y ello enriqueció en oro a la ciudad. Si alguien se negaba a hacerlo, se los saqueaba. La vista en ese periodo se embriagaba del arte sobre granito rosado y el mármol polícromo.
En el s.III llegan los persas, toman Dura Europos. El gobernador de Palmira, Odenato se alía con Roma y eso la defiende de los persas. Cuando Odenato es asesinado por uno de sus soldados, Zenobia, su esposa asume la regencia. Era una mujer educada; en Palmira se concentraba no solo la riqueza, sino también la sabiduría. Además poseía espíritu de liderazgo. Fue la amante del jefe de las fuerzas armadas, tras la muerte de su esposo. Se enzarza en una campaña en la que conquista Alejandría y se proclama emperadora de oriente. Alarmado, el emperador Aureliano asedia Palmira en 272 pero Zenobia huye para pedir ayuda a los persas. Se dice que los romanos la capturaron y se la llevaron encadenada en oro a Roma. No se sabe a ciencia cierta si allí vivió y murió como esposa de un senador, sufrió prisión de por vida o se suicidó.
Tras su muerte, se produce una revuelta violenta. Entra Roma y arrasa la ciudad. Los persas podrán entonces entrar tranquilamente por el desierto mientras empieza la decadencia del imperio romano.
Además del templo de las tumbas y el templo de Bal, Palmira alberga el templo de Nabo, el palacio de Zenobia , tambien llamado los baños de Zenobia o baños de Diocleciano con columnas de granito rosado, al estilo de las de Baalbek . Los bizantinos de las llevaron a Constantinopla.
El teatro merece mención aparte. Podía albergar hasta 1500 espectadores, cantidad pequeña si se consieran las dimensiones de la ciudad, pero los grandes teatros sólo se construían donde había una legión permanente. No era el caso de Palmira. Los grandes teatros eran para distracción de la tropa. Los pequeños como el de Palmira, eran mas parecidos a lo que después serían los teatros de opera. Sin embargo, éste podía ampliarse con gradas de madera cuando llegaban caravanas con miles de personas.
En el Agora se negociaba y se organizaban caravanas. A veces lo hacía la misma ciudad, a veces un consorcio de comerciantes. Aunque un solo comerciante no solía podérselo permitir, se había dado algún caso. En el foro había una estela donde estaban grabados los gravámenes que soportaban las distintas mercancías tejidos, piedras preciosas, esclavos, prostitutas.... Hoy, esta estela está en el Hermitage.






Regreso a Damasco

Un museo de la Humanidad.

El Museo Nacional de Damasco alberga tales muestras de todas las culturas que han florecido en Siria, que en justicia debería llamarse “Museo de la Humanidad”. Todas las ciudades que se han comentado en este escrito, tienen aquí su espacio y representación, en ocasiones piezas tan extraordinarias y universalmente conocidas, que podría decirse que ya forman parte del ideario cultural colectivo.
Se accede al museo por un jardín sombreado y sembrado de las piezas mayores, que difícilmente podría albergarse en su interior. Entre ellas losas con relieves de las tumbas, donde se aprecia, desde la concepción de la familia hasta el estilo del vestido con el mayor detalle.
La grandiosidad de la entrada propiamente dicha la proporciona la puerta del Qasr al-Heir al-Gharbi, un palacio del desierto próximo a Palmira, del s.VII, del periodo Omeya.
La amplia colección de objetos es abrumadora y sumamente ilustrativa de cada periodo de la historia de Siria. Destaca por su singularidad la reconstrucción de la Sinagoga de Dura Europos, con su templo completamente recubierto de frescos, ilustrando la historia sagrada de los judíos. Hay quien pone en entredicho por su aleatoriedad, el orden en que aparecen las escenas. Sin embargo, es indudable su enorme interés por la inexistencia de este tipo de representaciones en templos judíos. Esta Sinagoga se reclama como la mas antigua (S.II).
Pero la joya única e incuestionable del museo es de muy reducidas dimensiones. Se trata de la pieza de arcilla de Ugarit, representando el primer alfabeto conocido en el mundo. Allí nos contempla una de las muestras del genio de una civilización de hace 4000 años. Otras numerosas tablillas de barro inscritas la acompañan. La mayoría de estos registros se refieren a las transacciones de la ciudad, quizá los primeros registros contables de la historia.
La sala dedicada a Mari nos ofrece estatuillas vestidas con faldas de tiras de lana, a modo de grueso plumaje y ojos y cejas intensamente delineados en negro, de fija mirada. Estas figuras son contemporáneas de las pirámides de Ghiza (2000 a.C.).
Las galerías islámicas combinan muestras de armas, joyería, trabajo en madera. Encarnan los dos rasgos de la dinastía de los Mamelucos: dominio del arte y violencia.
Puede visitarse la reconstrucción de lo que fue la sala de un palacio conseguido gracias a las donaciones de un prócer, cuyo retrato cuelga hoy en una de sus paredes. La belleza y calidad artística son extraordinarias.

Mezquita Omeya

Bab al-Amara es el perfecto y único acceso para descubrir de golpe la belleza de los mosaicos de oro y verde. Frente a la rica ornamentación vegetal, una trata de imaginarse este patio recubierto en su totalidad, deslumbrando a los fieles hasta la ceguera real y mística. Si ahora el templo musulmán es grandioso, sobresalen todavía a su alrededor las columnas del templo de Júpiter, que ocupaba el mismo emplazamiento, pero de aun mayores proporciones. Como suele ocurrir con los lugares venerados por anteriores culturas, la actual mezquita es la sobreviviente de los templos que la precedieron: Arameo, Romano, Cristiano. Hoy día conserva en su interior la cabeza de Juan Bautista. Fueron los musulmanes quienes la llevaron al máximo esplendor: mosaicos dorados, combinación de mármoles seleccionados en diferentes colores alternados, artesonados, lámparas de oro y cristal.
Y aún, además de su extraordinaria magnificencia, lo que acaba por cautivar al ojo occidental es la actitud de los orantes y visitantes musulmanes del recinto. Alrededor de su patio exterior, algunos grupos situados bajo los pórticos de columnas, comen e invitan con el gesto al turista que los observa. Otros optan por acostarse sobre el mármol para dormir o reposar. Grupos de mujeres se han situado en el breve escalón bajo los arcos para charlar o mostrarse sus compras del día.
En la amplísima sala de oración de una sola pieza, algunos orantes se aferran a la reja que protege los ventanales de cristal verde del santuario que alberga la cabeza de Juan Bautista. Un pequeño grupo de ciegos están arrodillados musitando plegarias. Un anciano se ha sentado con las piernas cruzadas mientras desgrana las cuentas con sonrisa beatifica. Nadie parece parar mientes en nuestra presencia ni alterarse por nuestra voracidad fotográfica. El único trasiego lo provoca un guardián celoso de que en la sala de oraciones nadie se duerma. No duda para ello en sacudir al infractor con un palo. Unico ejemplo de intransigencia en torno a ciertas normas, que contrasta con el talante extraordinariamente tolerante ante el visitante infiel y la capacidad de concentración oratoria de los fieles.

Una mezquita de pasmo

Si la tolerancia en el templo sunni por excelencia de Damasco nos sorprende, la reacción ante el ser y acontecer en la mezquita Shii llega al pasmo
La aproximación a la misma en nada hace presagiar lo que nos espera. Tras una entrada y patio de factura anodina, propia de un centro comercial de pueblo moderno, una explosión de luz reflejada en los miles de cristales y cientos de quilos de oro nos paraliza.
Una fila de mujeres con chador la abandonan fervorosamente besando el cristal protector de su puerta de acceso de oro macizo, labrado en cada milimetro. Las cúpulas facetadas en mil fragmentos de espejo dispara los haces de luz de las lámparas de cristal purísimo e impoluto. Tal lujo y magnificencia se lo deben los fieles shiis a la generosidad del régimen de los mulah de Irán.
Alfombra tras alfombra de la mejor factura, belleza y calidad nos conducen por el pasillo central. A mano izquierda se abre la primera sala de oración que corresponde a los hombres y el siguiente a las mujeres. Ambas salas comparten el sepulcro venerado de una niña de 3 años, descendiente de Alí, asesinada por la intransigencia de quien no admite ningún superviviente de su enemigo religioso. Las mujeres gimen, lloran, descomponen sus vestiduras, apoyan y deslizan en actitud sufriente sus manos por los cristales que protegen el santuario. Otras mujeres, en actitud mucho mas relajada, se hallan sentadas en el perímetro de la sala leyendo o conversando.
Acababa de darme la vuelta para ver la gran sala abovedada con techos blancos y dorados, cuando unos gritos estentóreos, mas propios de la pelea en un mercado, me atraen de nuevo a la zona de las mujeres. Amontonadas en gran revuelo de velos negros, brazos y manos se disputan fragmentos de tejido o prendas de vestir. Aunque la pugna es enérgica y escandalosa, no hay acritud, algunas incluso sonríen el forcejeo, como si de un juego de patio de colegio se tratara. Las vencedoras de la lid, alzan sus trofeos y los exhiben. Se trata de prendas y tejidos que como donación las fieles han ido llevando al santuario. De vez en cuando se entregan a la voracidad o fervor de sus asistentes.


Una cripta cristiana

Para rendir justicia al carácter tolerante de Damasco, visito una iglesia subterránea: San Ananás. ¡Que gran contraste! Se trata de un par de recintos, mas parecidos a una bodega que a una iglesia. Bóvedas de piedra desnuda, ennegrecida y desprovista de decoración, sencillos bancos de madera y alguna pequeña ilustración colgada de los muros.

Pero es que San Ananías tiene un fuerte simbolismo histórico. Según la leyenda, aquí llegó San Pablo siguiendo los indicios desde que cayera del caballo. Allí fue acogido como miembro de la iglesia cristiana y desde allí emprendió luego su peregrinaje predicador.
Se imponía un descanso. Me instalo en el café An Nafura a comer un shawarma y beber un té. Desde su interior se observa la calleja cubierta por un toldo natural de parra.


Un carpintero en Damasco

Atravesando el barrio cristiano llego a Bab-al-Sharqui. Desde aquí Sharia Bab Sharqui atraviesa de este a oeste todo el souq. La enfilo y al poco, alguien llama desde una tiendecita. En el diminuto espacio se amontonan cajitas de marquetería y una pequeña mesa con recortes, listoncillos y chapas de madera de distintas medidas, presidido todo ello por un retrato de Cristo. Emergiendo del reducido espacio, un gran cuerpo culminado por un rostro sonriente de ojos claros me da la bienvenida.
Pregunta por mi visita, me muestras el procedimiento de fabricación de las cajitas y me habla de su familia. Su castellano es perfectamente comprensible. Afirma tener amigos en España y desde luego está muy al corriente de la política exterior de nuestro país en lo que se refiere al mundo árabe.
Su familia se ha dedicado desde siempre a este oficio, aunque su padre ha tenido que llevarse la fábrica a las afueras. El viejo barrio cristiano preserva así su carácter y su vida inalterados. El sigue fabricando algunas de esas cajas y barnizándolas en el pequeño local. En aquel momento tenia sobre la mesa unas piezas de backgammon en proceso de construcción. Nos habla de los amigos musulmanes, de la política del gobierno de contar entre los miembros de su gabinete con dos carteras cristianas para fomentar, según él, el equilibrio y la estabilidad. Afirma que muchos musulmanes son moderados, aunque existen organizaciones clandestinas violentas. El está a gusto en Damasco. Con ojos brillantes nos habla de un lugar cercano,, sobre un monte, donde un religioso italiano vino a instalarse y residir en una cueva. El lugar es objeto de peregrinación familiar los fines de semana. No disponen de luz eléctrica ni comodidades y deben llevarse de casa todo lo que precisen. Habla de esos días de convivencia con emoción.
Loa la política del gobierno en cuanto a la inmigración. Un inmigrante puede residir cuando tiempo quiera en Siria, siempre y cuando se registre y tenga trabajo. Sin embargo, nunca podrá adquirir la nacionalidad, tener una propiedad o comprar un coche. Si un ciudadano sirio se casa con un inmigrante, tampoco éste podrá adquirirla.
Condolezza Rice acaba de aparecer en la pantalla del pequeño televisor colgado de la pared. La apoda “bruja” y cuenta jocoso que en turco “Busht” significa “perro sucio” o mas directamente “hijo de p.”
Le saludo con afecto y tomo una tarjeta de la pequeña mesita. Si algun día vuelvo a Damasco....
Está poniéndose el sol cuando regreso atravesando el souq. En pocos minutos, la luz alumbra y deslumbra desde los múltiples escaparates. Alternan tiendas en plena reforma de paso a la modernidad mas funcional, con cuchitriles donde el tiempo y el polvo se han detenido hasta formar una costra.

La noche cae, mis pies se arrastran, sortean el gentío, esquivan el tráfico, remontan y descienden pasos elevados y ventilan sus plantas unos minutos antes de despedirse de Damasco.
Una vez mas subo al monte Casión. La brisa es suave, los minaretes guiñan sus múltiples ojos verdes. La falda del monte es una corona de brillantes. En la lejanía, donde las luces se funden en el oscuro oasis, un avión me espera.






No hay comentarios:

Publicar un comentario