martes, 7 de septiembre de 2010

Los budas de Bingling



El corredor de Hexi era y es un ancho y largo valle que une el area de Xi'an con el desierto de Gobi. Esta antigua via, auténtico paso natural de caravanas, estuvo plagada de grutas excavadas en los acantilados que flanquean los rios y sus valles. Aun cuando el acceso a algunas de ellas resultaba a veces interrumpido por las crecidas estacionales de los rios y generalmente se hallaban en lugares de difícil acceso, gozaron de la protección y veneración de los mercaderes que las transitaban. Daban ofrendas y dinero para que los artistas locales las decoraran con frescos y estatuas. Pretendían con ello agradecer su feliz tránsito hasta el lugar o ganarse la protección en la siguiente etapa. Los monjes que las custodiaban eran los encargados de su mantenimiento y depositarios de sus riquezas artísticas.
Las cuevas de Bingling se hallan en la relativa proximidad de la actual Langzhou. La ciudad en nada hace presagiar el pasado. Llegó a ser la ciudad mas contaminada de China y hoy día todavía se puede observar en sus proximidades el relieve ondulado surcado por fajas estrechas y regulares donde se está replantando masivamente para contener la contaminación. La batalla está aun por decidir. En su periferia se erigen feas y anticuadas industrias. Los bosques de rascacielos de viviendas nos cuentan que la historia continua. El rio que la atraviesa desaparece bajo sus innumerables puentes y pasos elevados. Transitar a pie bajo ellos, incluso en calles secundarias es un riesgo no controlado. El coche sigue siendo el rey.
Pero no habíamos venido a Lanzhou para disfrutar de sus aguas, asi que tras pernoctar emprendimos la marcha por carretera hacia las proximidades de Bingling. Tras tres horas y media de buena marcha rodada, llegamos al borde de un pantano. Una gran valle ondulante ha sido inundado y por él se deslizaba la anticuada y diminuta canoa con nosotros dentro. Parecía mas bien una atracción de feria de los 50. Las salpicaduras del agua se mezclaban en ocasiones con los escupitajos del conductor y la guía local que el viento devolvía al interior. Tras unos veinte minutos de surcar y esquivar las aguas espesas de barro, de súbito y tras un alto peñasco, apareció el embarcadero. Ancho y alto muelle en rampa. Desde allí una senda con una fina balaustrada de mármol nos condujo hacia el valle donde están ubicadas las cuevas. La mayoría son de diminuto tamaño, apenas un bocado abierto en la pared; muchas están cerradas con una puertecilla de madera. A veces son mas extensas las parcas explicaciones que el contenido . Otras estan vacías. Para mas inri, las pasarelas que escalan las altas paredes del valle no son accesibles. Son como gigantescas escaleras de incendio suspendidas a media altura. "Solo las autoridades pueden transitarlas cuando nos visitan. Claro que si quieren pagar un suplemento... Ah, tampoco pueden hacer fotos de cerca" El enorme Buda que preside la pared está revestido por un inmenso andamio de madera desde hace varios años.
Ya resignados al fiasco que Bingling ha resultado, nos quedaba la visita de un diminuto museo, prácticamente a oscuras donde refulge el bronce de pequeñas figuras en su gran mayoría propias del budismo tántrico. Ningún rótulo explica qué relación tenía Bingling, si la hubo, con tal disciplina tibetana. Un buda yacente parece decirnos: "Hasta yo estoy vacío desde que me profanaron. Ved qué agujero me dejaron".
Queda lo anterior como aviso para navegantes. No merece en absoluto la pena desplazarse hasta Langzhou y Bingling para apreciar lo que las grutas de arte budista son y representan en la Ruta de la Seda. Afortunadamente nos quedaba la joya de la corona de las de Mogao. Tardaríamos unos días en quitarnos el mal sabor de boca.

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