jueves, 23 de septiembre de 2010

Mashad





Para empezar un poco de historia. Imam Reza, octavo imam shiita se convirtió en mártir cuando murió de camino a Bagdad. Allá por el siglo IX acompañaba al califa Mamun a la capital. Este, de fe sunnita, le había nombrado su sucesor. Los fieles de Reza creyeron que había sido asesinado por los sunnitas para evitar que se convirtiera en el próximo califa, de la gran mayoría sunni. El Mamun construyó un gran mausoleo en el lugar de su tumba, al lado de la de su propio padre. La tumba y el pueblo se llamaron Mashad ar-Rizawi (el lugar del martirio de Reza). Una tradición afirma que el peregrinaje a Mashad equivale a 70.000 peregrinajes a la Meca. A él acudían desde todos los puntos de Persia.
Con el transcurso del tiempo, el lugar sufrió sucesivas transformaciones hasta que bajo el reinado del hijo de Tamerlan llegó a su punto de mayor esplendor, alcanzando su cénit bajo los Safávidas, de los siglos XVI al XVIII. Estos dotaron al mausoleo de sus cúpulas de oro, minaretes revestidos de hermosos mosaicos y grandes patios. Restablecieron el shiismo como religión de estado y promocionaron el peregrinaje a Mashad y a la tumba de la hermana de Reza, Fátima, en la ciudad santa de Qom. La siguiente dinastía continuó su engrandecimiento aunque tambien sufrió los ataques de turcomanos, Uzbekos y Afganos. La artillería rusa lo bombardeó en 1912 y las tropas de Reza Khan en 1935 y las de su hijo Reza Shah en 1978 lo atacaron. Desde entonces ha sido continuamente renovado y ampliado y hoy mas de 20.000 millones visitan la tumba de Iman Reza cada año.
La entrada en Iran transcurrió sin incidentes, con el travestismo habitual. Las féminas del grupo tuvimos que vestir manga y falda o pantalon largo, y anudarnos el pañuelo a la cabeza bajo en calor. Llegamos a Mashad ya de noche, a unas calles animadas por un tránsito continuo de visitantes, tiendas abiertas desprendiendo rayos de luz y color de sus bien surtidos estantes y escaparates. Frente a ellos desfilaban las negras siluetas de figuras de largos velos. Mashad no duerme, como pronto descubriríamos. Nos acercamos a una de las puertas que da acceso al mausoleo. A la puerta los guardianes, con un plumero de color en la mano, vigilaban que solo accedieran los creyentes, al tiempo que les orientaban en el recorrido. Sin embargo, todos parecían saber donde se dirigían y como acceder al recinto sagrado, la tumba. Pronto se estableció un juego: la extranjera, infiel por demás, se disfraza y pretende no ser vista; algunas peregrinas, entre risas la acogen, le preguntan de donde es, ante lo cual hay que responder : "de Albania", o bien, " de Bosnia".( A fin de cuentas en Mashad no hablan albanes ni bosnio) A continuación la arropan a intentan introducirse como una piña. Algun celoso guardian la descubre, lo cual no es difícil, e intenta detenerla. Si las peregrinas shiitas son insistentes, quizá la infiel se cuele. Si no lo consigue, será acompañada a la entrada o dirigida hacia el museo que es lo único que estan autorizados a visitar. Algunas compañeras lo consiguieron y llegaron al sancta sanctorum. Allí, gritos, llantos, golpes en la cabeza y profusión de manos sobre la tumba. Los hombres del grupo tuvieron suerte diversa. Por lo visto, los guardianes tienen un fino olfato para discernir por las facciones y expresión de los rostros quien es quien. Pues bien, toda la noche prosigue el tránsito de multitudes que entran y salen. Yo lo observé desde la terraza de un hotel situado junto a la puerta. Una familia estaba sentada a mi lado. El pater familia me preguntó: ¿ De dónde es?. "De España." "¿Que hacen en Mashad?" "Visitar este lugar de tanta significación para el islam. Y ustedes, ¿de dónde son?", "De Kuwait, aquel país que fue invadido....". "Si, ya, conozco la historia". Bajo sus negros velos, las mujeres kuwaities llevaban un potente maquillaje en ojos y labios y sonreian mientras atendían a la conversación. En los días que estuvimos en Iran, tendríamos ocasión de ver que el velo se lleva de muy distintas maneras, que la feminidad se manifiesta diversamente, que el acatamiento o desafio de la obligación del velo tiene numerosos matices.
Las cúpulas del mausoleo refulgían bajo los potentes focos, los mármoles de los amplios patios eran un caleidoscopio con el movimiento de los numerosos peregrinos en constante flujo. El cielo nocturno lucía un halo dorado.
Por la mañana, el largo mercado cubierto y las calles adyacentes hormiguean de visitantes. Grupos de mujeres vestidas de riguroso negro de cabeza a pies se detienen ante los escaparates de joyerías. Otras consideran la compra de las variedades de dulces locales, de miel, pistacho, perfumados de rosa. En algunos establecimientos ofrecen una fotocomposición con el escenario del mausoleo y la foto personal en primer término. Aqui no es preciso ser local, ni musulman. Ni siquiera se requiere una pose respetuosa. No deja de ser un producto de consumo. En los establecimientos de comida rápida, hay que guardar las normas: los hombres solos quedan en una zona, las familias o mujeres solas en otra.
La visita de Mashad ha sido fugaz, apenas 24 horas. Sin embargo, parece que todo cuanto esta ciudad puede ofrecer esta concentrado en el perímetro del mausoleo con su abundante comercio.

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