viernes, 24 de septiembre de 2010

Isfahan


















De Mashad a Isfahan el avión nos ha ofrecido una panorámica del Desierto de Sal. Asi se llama, aunque no cabe pensar que se trata de una llanura blanca, refulgiendo al sol. En este caso, el relieve se enseñorea con cordilleras peladas y torneadas en hermosas formas de color ladrillo. Los cursos de agua parecen secos. Serpentean y en ocasiones parece vislumbrarse algun pequeño poblado. Los colores son bellos en el sol poniente, pero la sensación de desolación lo pervade.
Isfahan nos acogerá de inmediato y compensará con creces la opresión que puede llegar a experimentarse en Mashad, la omnipresencia del sentimiento religioso exacerbado. Isfahan brilla, se abre, brinda a sus habitantes espacios y ocasiones para el disfrute de los pequeños placeres: la comida, la conversación, el frescor de una noche de verano al aire libre, la convivencia de distintos modos de vivir el islam. Y todo ello es apreciable de inmediato. De noche la gran Plaza del Imam, brinda sus parterres bien cuidados a los numerosos ciudadanos que, en grupos y alrededor de una alfombra se disponen a cenar, a la luz de pequeñas lámparas y del hornillo donde han preparado la comida. Se trata de una costumbre bien arraigada. Incluso en las rotondas de calles o carreteras puede verse esta práctica. El calor aprieta de dia; la noche se aprovecha a fondo. Los estanques con surtidores proporcionan una temperatura muy agradable, y reflejan la iluminación. Nada mas entrar en ella, algunas personas nos han abordado, curiosas por saber de donde venimos. Nos dan la bienvenida en inglés, sonrien.
En esta plaza construida en el s.XVII, el centro era una superficie de tierra donde se disputaban torneos de polo . El palacio de Ali Qapu está en el centro de uno de los lados largos. Desde la gran terraza de alto techo, el sultán contemplaba y presidía los torneos. El interior ha sufrido deterioros a lo largo del tiempo. Únicamente quedan algunos restos de los frescos que lo decoraban y algunas de la cúpulas en un bello encaje de barro. La vista desde su terraza, al atardecer es inigualable. Justo enfrente del palacio, la bella fachada de la mezquita de Sheikh Lotf Allah recorta su cúpula contra el perfil de los montes Zagros y en uno de los extremos de la plaza, la Gran Mezquita del Viernes, recibe los últimos rayos del sol.
El bazar abraza la gran plaza por tres de sus lados. Se accede a él desde arcos que dan paso a un pasillo cubierto por semicúpulas. A veces este se abre a un callejón para retomar mas tarde una zona nuevamente cubierta. A ambos lados hay pequeños talleres que, al llegar a la zona porticada de la plaza, se convierten en su mayoría en comercios de orfebrería, cristal, cerámica, cristal, madera taraceada, pintura sobre papel, madera, marfil o hueso. Los objetos son diversos y los precios recorren una amplia escala. Ya de noche aun se pueden ver artesanos trabajando en los talleres. En uno de ellos, dos graban dibujos sobre el metal, mientras otro se han tumbado en el suelo y duerme apaciblemente. En otro, tres mujeres jóvenes y un hombre mayor se apretujan y pintan bellos platos de cerámica azul, rodeados hasta el techo por las obras expuestas para la venta. Si te asomas, sonrien y te invitan a ver de cerca lo que están haciendo. En ocasiones, se abren pequeños callejones que recorren laberínticamente el barrio viejo. A veces desembocan en plazas abiertas, donde se alterna el trabajo de muy diversos oficios y los domicilios. Las construcciones son simples, en ocasiones precarias, pero ninguna está abandonada. Da la sensación de que se produce de forma continua para un gran mercado, mas allá del consumo local o el turismo. Tras un paso atiborrado de objetos obsoletos de lo mas variopintos, se penetra en descenso en una cueva que se ha transformado en teteria y fumadero. Paredes y techos están colmados de objetos, tapices y pinturas. Las mesas alargadas y estrechas se alinean a ambos lados, dejando un estrecho pasillo en medio. Se toma te y se fuma la shisha. Coinciden turistas y locales, entre ellos, unas mujeres jóvenes con el pañuelo a punto de resbalar del todo desde el alto peinado. También ellas fuman la shisha y conversan. Se comportan como lo haría cualquier occidental.
Las proporciones de la Mezquita del Viernes son grandiosas y equilibradas. Se accede por un paso de altos arcos y paredes revestidas de cerámica de un azul intenso bellísimo. Los iwanes que se abren al inmenso patio están tambien revestidos de cerámica de dibujos geométricos complejos en color crema sobre el azul. La parte mas antigua muestra la desnudez del ladrillo, su disposición en cesteria, incluyendo las altas cúpulas dispuestas sobre un bosque de columnas. En el centro del patio una plataforma elevada se utiliza para despedir y arengar a los peregrinos que partían hacia La Meca. La de Loft Allah es mas pequeña pero invita a permanecer en ella por el ambiente que consigue en sus espacios de penumbra azulada. Ambas mezquitas estan coronadas por hermosas cúpulas color turquesa y ambas se pueden contemplar a la vez desde el balcón del palacio.
Pero Isfahan no solo vive el islam. La catedral de Vank es armenia. La capilla está profusamente decorada con pinturas en dos filas superpuestas que la rodean por completo. En ellas hay pintadas escenas del Antiguo y Nuevo Testamento. No se ahorra ninguna escena truculenta de los horrores del infierno. Los colores son vívidos como si estuvieran sufriendo una continuada restauración. Dicen que bajo el altar se conserva un hueso de San José de Arimatea, sobre el cual los fieles posan levemente los labios. Junto a la misma hay un museo, al otro lado del patio del recinto. La comunidad armenia es próspera. Ha convivido y sigue haciendolo con la mayoría islámica. Y mas antigua que la cristiana, la fe de Zoroastro tambien sigue viva en Isfahan. Resultó ser que nuestro guía local en Isfahan era zoroástrico. La religión está tolerada, pero sus seguidores no van proclamándolo a los cuatro vientos. Sin embargo, pareció despertar cuando declaramos nuestro interés por visitar el templo. Está escondido en un callejón, y desde el exterior parece una vivienda. Tras la verja de acceso, un pequeño patio conduce a una entrada con escalinata y columnas. A su derecha, una estela revela la enseña y los atributos gráficos de la fe. El recinto mas bien parece el hall de un hotel, donde en lugar de un mostrador de recepción hay un espacio cubierto por cristales en cuyo interior está la llama. Nos puntualizó que los zoroastricos no veneran al fuego, como vulgarmente se afirma, sino al sol. Cuando se adora a Akura Mazda frente al fuego, el elemento mas importante; la llama no hace sino representar su cualidad mas importante.
Los atardeceres junto al rio son deliciosos. Los hermosos puentes de piedra edificada y decorada sobre el rio, ofrecen alguna teteria , pero ante todo una bella vista sobre el agua que fluye mansamente. De día, se puede pasear junto a los parterres ajardinados .
Isfahan fue un oasis en nuestro recorrido de Iran, dos dias en los cuales sus bellezas y su ambiente nos permitieron sobrellevar la opresiva imposición de las manifestaciones externas de un islam a la medida de los Ayatollah.

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