martes, 25 de octubre de 2011
Shanghai. El Barrio Viejo
Hoy se halla incrustado en un barrio moderno entre la zona del Parque del Pueblo y el Barrio Francés. Una gran puerta roja señala su entrada. Las casas bellamente restauradas están ocupadas por comercios y restaurantes o despachos de comida, como las riquísimas empanadillas al vapor, ante el que se forman largas colas y su taller artesanal trabaja enfebrecidamente. La oferta gastronómica es mayoritariamente china aunque hay un KFC y un Starbucks que ponen una nota distintiva en un entorno Ming. El barrio se originó en este periodo, incluidos los bellos jardines con rocallas que parecen izar y ustentar en el aire algunos de los pabellones. Aparentemente laberíntico, el recorrido te lleva por puentes y pasadizos, viejos y enormes gingkos y numerosos crisantemos en flor de un pabellón al otro consiguiendo dar una sensación de mayor extensión del que realmente tiene. En algunos pabellones se conserva el mobiliario original, en algún caso bellamente tallado. El conjunto está envejecido, como no podría ser otro modo tras 300 años, pero su decadencia sigue siendo bella y elegante. En los tejados respingones los dragones y grupos de soldados amenazan impotentes con sus garras y lanzas.
En el centro del barrio hay un lago y en el suyo un pabellón, casa de té, al que se accede por un par de pasarelas en extremos opuestos, ambas en zig-zag. El lago y la plaza pavimentada que lo circunda es lugar de confluencia de visitantes que a estas horas de la tarda abarrotan el espacio. A su alrededor, altos y majestuosos edificios de madera, aunque los dorados y la iluminación distraen de su valor intrínseco. Es un barrio comercial, sin duda y puede encontrarse de todo: desde chatarra, recuerdos de poco precio hasta artesanía elegante y joyas de gran valor.
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