No hay en todo lo que fue la Ruta de la Seda, ningún emplazamiento donde el olvido haya sido mas completo, donde se haya cambiado la faz de modo mas alucinógeno. De espaldas a su historia, de espaldas a los mas elementales fundamentos de una ciudad, como en una pesadilla, del vacío ha surgido la realidad de Ashgabat.
A la caída de la Union Soviética, Turkmenistan quedó huérfana: de gobierno, de tradiciones, de historia, de identidad nacional. El derrumbe del país fue completo. De las ruinas, surgió un burócrata del partido comunista dispuesto a reinventar el país, una nación y una cultura basadas en él. Empezó por proclamarse Turkmenbashi, padre de los Turkmenos. Llenó la ciudad de su efigie y sus palabras. Estos presidían todos los emplazamientos de la vida social: escuelas, fábricas.... y se atrevió a proclamar: " A mi personalmente no me gusta ver mis fotos por todas partes, pero es lo que la gente quería". Es difícil saber lo que la gente quiere en este país, sin libertad de expresión y la religión refugiada en las catacumbas, a falta de templos que el dictador destruyó. El hecho es que el país se asienta sobre una de las reservas de gas mayores de la zona . Es posible que una parte de la población aspire a compartir parte de esta riqueza, pero lo cierto es que no lo han hecho hasta ahora. Por el contrario, a parte de la fortuna personal que el presidente acumuló, una inmensa parte de los beneficios del gas, han sido transformados en mármol blanco, en obras faraónicas, en monumentos y fuentes multicolores. Visitar Ashgabat de noche es como observar una imágen congelada de Las Vegas, donde algo es discordante: no hay gente. Unos guardias armados de silbato se encargan de alejar a los curiosos, a poco que se aproximen a cualquiera de los monumentos. Las calles estan desiertas, las plazas tambien. Fue tanta la "iluminación" del líder que decidió cambiar el nombre a los meses y días de la semana, dandoles el de su madre, sus hermanas....A las calles les dió números.
En las afueras se erige una inmensa mezquita de mármol blanco y su mausoleo, ambas sobre una plataforma de mármol blanco, en mitad del desierto. Hoy es festivo y los únicos visitantes somos nosotros. El guardia del mausoleo, observa como una rapaz y con gritos estentóreos nos expulsa de la proximidad de una estatua, o una barandilla. En la mezquita, el dibujo en el tapiz que recubre el suelo, confluye en el centro. Nuestros pies descalzos no pueden pisar siquiera levemente el límite de la via marcada, sin oir de nuevo un grito de advertencia. A poca distancia se halla el mercado, que parece haber absorbido toda la vida ausente de la capital. Sobre el polvo, hay una gran superficie construida donde se ubican las tiendas. El recinto está rodeado de una muralla. En el exterior y mas allá del aparcamiento señoreado por vendedores de coches y puestos de comida, está el mercado del ganado: camellos, caballos, vacas, ovejas y cabras. Los camiones que los han trasladado tienen la caja del remolque abierta. De ella descienden las bestias. Aqui hay humanidad. Pero por zanjas abiertas discurren las aguas negras, y por ellas navegan todo tipo de inmundicias sólidas. Junto a él, alguna mujer vende comida sostenida en sus manos. Bajo el calor tórrido, no parece muy aconsejable dar un bocado. Turkmenistan tiene la mayor tasa de mortalidad infantil de la región y la menor esperanza de vida.
Pero eso a Turkmenbashi no parecía preocuparle. Sus preocupaciones estaban en controlar absolutamente todo lo que ocurría en el país: la prensa, quien entraba y salía del país, la televisión... Dueño y propietario de un país que él creyó haber creado. Falto de historia, él se la dió. "No puedes tener un gran pais, sin grandes ancestros. Empezamos de nuevo, con una nueva sociedad, y esta cultura será seguida durante siglos"dijo. En esta nación musulmana secular, el nuevo Corán es un libro escrito por él mismo, el Runhama, que ceremonialmente se abría a la caída del sol. Y lo hacía sobre un pedestal en los límites de un extenso parque. "No pretende substituir al Corán, simplemente explica como ha renacido el país", afirmó él mismo. Es por ello que los niños debían pasar un día a la semana leyéndolo, para saber cómo debían vivir.
Niyazov-Turkmenbashi murió en 2007 y el Runhama ya no se abre a la caída del sol, pero alli sigue en su pedestal. Turkmenistan sigue siendo uno de los principales proveedores de gas de la empresa estatal rusa Gazprom. Su situación estratégica es crítica, con fronteras a Iran, Afganistan, Uzbekistan y Kazakhstan y el mar Caspio al oeste. Es indudable por lo tanto que cualquier cambio en el país puede desequilibrar la balanza del poder en la región y las consecuencuas pueden llegar a Europa, dependiente del gas de asia central y de los gasoductos que proceden de allí.
Hoy la seda de antaño es volátil y discurre por tuberías. Estas no necesitan oasis.
A la caída de la Union Soviética, Turkmenistan quedó huérfana: de gobierno, de tradiciones, de historia, de identidad nacional. El derrumbe del país fue completo. De las ruinas, surgió un burócrata del partido comunista dispuesto a reinventar el país, una nación y una cultura basadas en él. Empezó por proclamarse Turkmenbashi, padre de los Turkmenos. Llenó la ciudad de su efigie y sus palabras. Estos presidían todos los emplazamientos de la vida social: escuelas, fábricas.... y se atrevió a proclamar: " A mi personalmente no me gusta ver mis fotos por todas partes, pero es lo que la gente quería". Es difícil saber lo que la gente quiere en este país, sin libertad de expresión y la religión refugiada en las catacumbas, a falta de templos que el dictador destruyó. El hecho es que el país se asienta sobre una de las reservas de gas mayores de la zona . Es posible que una parte de la población aspire a compartir parte de esta riqueza, pero lo cierto es que no lo han hecho hasta ahora. Por el contrario, a parte de la fortuna personal que el presidente acumuló, una inmensa parte de los beneficios del gas, han sido transformados en mármol blanco, en obras faraónicas, en monumentos y fuentes multicolores. Visitar Ashgabat de noche es como observar una imágen congelada de Las Vegas, donde algo es discordante: no hay gente. Unos guardias armados de silbato se encargan de alejar a los curiosos, a poco que se aproximen a cualquiera de los monumentos. Las calles estan desiertas, las plazas tambien. Fue tanta la "iluminación" del líder que decidió cambiar el nombre a los meses y días de la semana, dandoles el de su madre, sus hermanas....A las calles les dió números.
En las afueras se erige una inmensa mezquita de mármol blanco y su mausoleo, ambas sobre una plataforma de mármol blanco, en mitad del desierto. Hoy es festivo y los únicos visitantes somos nosotros. El guardia del mausoleo, observa como una rapaz y con gritos estentóreos nos expulsa de la proximidad de una estatua, o una barandilla. En la mezquita, el dibujo en el tapiz que recubre el suelo, confluye en el centro. Nuestros pies descalzos no pueden pisar siquiera levemente el límite de la via marcada, sin oir de nuevo un grito de advertencia. A poca distancia se halla el mercado, que parece haber absorbido toda la vida ausente de la capital. Sobre el polvo, hay una gran superficie construida donde se ubican las tiendas. El recinto está rodeado de una muralla. En el exterior y mas allá del aparcamiento señoreado por vendedores de coches y puestos de comida, está el mercado del ganado: camellos, caballos, vacas, ovejas y cabras. Los camiones que los han trasladado tienen la caja del remolque abierta. De ella descienden las bestias. Aqui hay humanidad. Pero por zanjas abiertas discurren las aguas negras, y por ellas navegan todo tipo de inmundicias sólidas. Junto a él, alguna mujer vende comida sostenida en sus manos. Bajo el calor tórrido, no parece muy aconsejable dar un bocado. Turkmenistan tiene la mayor tasa de mortalidad infantil de la región y la menor esperanza de vida.
Pero eso a Turkmenbashi no parecía preocuparle. Sus preocupaciones estaban en controlar absolutamente todo lo que ocurría en el país: la prensa, quien entraba y salía del país, la televisión... Dueño y propietario de un país que él creyó haber creado. Falto de historia, él se la dió. "No puedes tener un gran pais, sin grandes ancestros. Empezamos de nuevo, con una nueva sociedad, y esta cultura será seguida durante siglos"dijo. En esta nación musulmana secular, el nuevo Corán es un libro escrito por él mismo, el Runhama, que ceremonialmente se abría a la caída del sol. Y lo hacía sobre un pedestal en los límites de un extenso parque. "No pretende substituir al Corán, simplemente explica como ha renacido el país", afirmó él mismo. Es por ello que los niños debían pasar un día a la semana leyéndolo, para saber cómo debían vivir.
Niyazov-Turkmenbashi murió en 2007 y el Runhama ya no se abre a la caída del sol, pero alli sigue en su pedestal. Turkmenistan sigue siendo uno de los principales proveedores de gas de la empresa estatal rusa Gazprom. Su situación estratégica es crítica, con fronteras a Iran, Afganistan, Uzbekistan y Kazakhstan y el mar Caspio al oeste. Es indudable por lo tanto que cualquier cambio en el país puede desequilibrar la balanza del poder en la región y las consecuencuas pueden llegar a Europa, dependiente del gas de asia central y de los gasoductos que proceden de allí.
Hoy la seda de antaño es volátil y discurre por tuberías. Estas no necesitan oasis.
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