sábado, 18 de septiembre de 2010

Bukhara




























Desde Samarkanda y de camino a Bukhara, tomamos un desvío para dirigirnos a Shakhrisabz, la "ciudad verde". Allí nació y creció Tamerlan. Hoy se conserva la ruina del Ak-Saray, el gran palacio de imponentes dimensiones. Sus azulejos no tenían parangon en su época, sus dimensiones no habían sido superadas. Ilustra el esplendor de la estirpe que produciría al gran guerrero cojo. En el palacio se conserva una gran inscripción que reza " Si desafiais nuestro poder, mirad nuestros edificios". En el mausoleo Jiahongir estan enterrados los hijos mayores de Timur. La gente que hoy lo habita cuida de su conservación. En torno al amplio patio plantado con plátanos se disponen los edificios. El recinto aun recibe la visita de peregrinos.
La ciudad tiene una gran antigüedad. Ya Alejandro Magno la usó como residencia de invierno. Ruy Gonzalez de Clavijo la visitó y admiró en su ruta de embajada a Tamerlan. Hoy día es una ciudad próspera, arbolada y recorrida con anchas avenidas y espaciosos parques. Por ellas transitan hoy innumerables parejas de recién casados, luciendo ellas níveos vestidos de cuento de hadas. Quiere la tradición que las novias muestren un semblante compunjido por la pena de abandonar a su familia. Uno de los novios que llevaba del brazo a su recién estrenada y triste esposa, no tenía ningún empacho en hablar mientras tanto por el móvil. Alrededor de las fuentes con surtidores, las parejas, familiares y amigos se agolpaban para las fotos de rigor. Al fondo, el Ak-Saray ofrecía su telón a la instantanea.

Un antigua y bella residencia del centro antiguo de Bukhara alberga nuestro hotel. Alrededor del patio se han construido dos plantas de habitaciones abiertas a una galería que lo rodean. El callejón al que da desemboca en el Lyab-i-Khauz, una cisterna abierta donde tradicionalmente los bukhariotas han hecho su vida. Desgraciadamente tambien les causó numerosas muertes, pues en esa fuente de preciada agua, los habitantes hacían de todo, convirtiendo el estanque en pozo de inmundicias. Los rusos sanearon el lugar y algunos otros y desecaron otros más. Hoy sigue habiendo un espacio para el disfrute gratuito del frescor que proporciona el agua y la sombra, pero la mayoria del espacio está ocupado por restaurantes. Estos disponen divanes donde, sentados cómodamente sobre cojines, pueden comerse deliciosas especialidades de shashlik (carne, pollo o pescado asado) , guisos de hortalizas o ensaladas. A un lado y otro del Lyab-i-Khauz, hay sendas madrasas. La de Nadir Diwan luce unas bellas aves en el tímpano. Frente a ella se alza una escultura en bronce de Nashruddin cabalgando su burro, el famoso personaje emblema del simple inteligente y protagonista de una larga tradición oral. Al otro extremo la de Kukaltash, la mas grande de Bukhara.
El barrio viejo conserva una unidad viva, no solo arquitectónica, que convierte la visita a Bukhara en algo bien distinto a la de Samarkanda. Aquí no hay solución de continuidad entre monumentos y barrios, entre turistas y habitantes locales. Cierto que la ciudad vive primordialmente del turismo y que sus taq estan orientados a él, pero sus artesanos del metal trabajan en la misma tienda, los ilustradores en mesas en la calle. Un alegre y ruidoso grupo de mujeres se aproximan cantando y tocando el tambor. Vienen de Tashkent, la capital. Rien, nos invitan a incorporarnos al baile y quieren posar con nosotros para la foto. Además tiene una dimensión que permite recorrerla o rehacer tus pasos sin agotarte, volver una y otra vez a observar algun detalle, detenerte y deleitarte sin mirar el reloj. Los taq son construcciones bajas con cúpulas semiesféricas, destinadas a mercado. El paso por ellos supone un respiro refrescante del calor exterior. Las paredes estan horadadas por comercios que utilizan el mas mínimo espacio. La calle penetra en uno y al salir por el otro extremo, la calle continua con tiendas tambien a ambos lados. Luego desembocas ante una mezquita o una madrasa, te desvias hasta las afueras y regresas para retomar el hilo. Tras el primero de ellos que atravesamos, el Taq-i-Sarrafan, o mercado de los cambistas, un canal recorre la calle y tras él aparece la mezquita mas antigua de Bukhara, Maqoki Attor. Hoy queda hundida unos dos metros bajo el firme actual. Ello mostraría el efecto de las arenas a lo largo de los siglos. No olvidemos que Bukhara tambien es un oasis. Mas adelante la madrasa de Ulugh Beg, aun sigue activa. Es posible asomarse al patio y quizá conversar con algunos de sus estudiantes, sentados en la escalera de la entrada. Enfrente de ésta se halla la de Abdul Aziz Khan. Tiene un hermoso y enorme patio, con iwanes bien conservados y fuente de abluciones en una de las esquinas. Se aprecia en la decoración el estilo persa, en colores y motivos. Mas allá cruzamos el Taki Zargaron para desembocar finalmente en el conjunto Kalan, madrasa-mezquita y minarete. Este especialmente se ha convertido en el símbolo y reclamo de la ciudad. Su mezquita es la mas importante, la de los viernes. No es posible subir al minarete, aunque la vista desde alli es prometedora. Si se vuelve a la calle que nos ha traído hasta aqui y continuamos por ella, pronto desembocamos en la esplanada del Ark, el palacio-ciudad-fortaleza. Excepto una parte del alto y ancho muro y su acceso poco queda de él. Parte del palacio se oferta como museo. Lo mas interesante es la vista que ofrece desde alguna de sus terrazas cubiertas sobre el conjunto de la ciudad. Los muros de adobe no resistieron el ataque de la artilleria rusa que la tomó en 1920, finalizando un largo reinado de los khanes de la región. No lejos del Ark se halla el manantial de Job, de ecos le leyenda donde los haya. Cuenta que llegando alli el santo con su familia, arrebatado por la sed, hundió el cayado y.... no es difícil adivinar lo que sigue. Hasta hoy muchos son los peregrinos que vinieron buscando el milagro curador de sus aguas aunque hoy dia, ante la pregunta "¿será saludable beber esa agua?" te responden: "lo sabrás tras un par de horas de beberla".
Solo un poco mas allá, se halla la preciosa tumba de los Samánidas, del siglo XII. Se trata de un bellísimo cubo totalmente construido en obra de ladrillo. Se ha explotado hasta tal punto el juego que ofrece cada pieza que mas parece obra de orfebrería. Es como un inmenso panal de multiples facetas. Se supone que para su diseño se inspiraron en los templos zoroastricos persas. Ello puede tambien apreciarse en los tímpanos, con los diseños del círculo, triángulo y cuadrado. En su parte superior alternan aberturas de distinta altura por el exterior, de modo que en el interior la luz penetra inclinada y rebota como en un prisma. Las puertas de celosía complementan un agradable ambiente.
Hay que salir de Bukhara y llegar a Kasri Orifon para visitar el Mausoleo de Bakhautdin Naqshband. Aquí la peregrinación se convierte en auténtica devoción silenciosa, relajada, receptiva al visitante. Familias enteras han acudido. Rezan brevemente colocando las manos juntas frente al rostro, cierran los ojos alrededor de un patio con estanque, mientras alguien dirige sucintamente la plegaria. Luego se mueven lentamente y charlan entre si. A ambos lados de la mezquita que ocupa un lado del patio, hay espacios privados separados para hombres y mujeres, como es tradición en el islam. En un patio contiguo con otro estanque, se halla lo que llaman el árbol petrificado, un grueso tronco tumbado que rodean tres veces y bajo el cual pasan tres veces debiendo rozarlo con la espalda. La carretera separa el recinto de unas construcciones donde la vida ha vuelto a lo prosaico. En un gran espacio cubierto, hombres mujeres y niños se afanan en preparar suculentos platos en unos fogones de leña colectivos. Inmediatamente nos ofrecen compartirla; quieren incluso que la probemos mientras la preparan. La peregrinación y el pic-nic van de la mano, el recogimiento, el encuentro familiar y el disfrute. Un anciano esta sentado en un divan esperando que acaben de disponer a sus pies los apetitosos platos. Su hijo se acerca, me cuenta que son 11 hermanos. Lo mira con cariño y orgullo. El viejo sonríe. Y es que este sufismo, no es el de los derviches danzantes, exhibicionistas, que fueron prohibidos y luego autorizados como espectáculo folkorico. El sufismo hunde sus raíces en la religiosidad mas personal, sin intermediarios. Sospechoso para unas y otras cúpulas religiosas, incluso la islámica. Pero ha sobrevivido, sigue manifestándose a la menor ocasión de forma pública. Uno de sus dichos es : “ Trabaja en algún oficio y mientras lo hagas, ten a Dios en el corazón”. La secta Naqshbandi es la mas numerosa, con casi un millón de miembros y se extiende por varios países, incluso en Arabia Saudita.
La tumba de Chor Bakr ofrece un ambiente bien distinto. Bastante bien conservada, con un gran y agradable patio sombreado y profusión de tumbas, éstas en un desigual estado de conservación, está vacía de visitantes. Solo nosotros. Solo los pájaros parecen hallar alli refugio. Un pavo real ha dejado una de sus bellas plumas entre dos lápidas.
De vuelta a Bukhara, un muchacho de trece años me aborda. Quiere practicar inglés me dice. Añade que es un alumno brillante y quiere acabar siendo guía turístico. El discurso me es familiar y para confirmarlo, saca un mazo de postales y me cuenta una anécdota: "¿Te has fijado en el orificio que hay en el minarete Kalan?". "No". "Pues resulta que el khan quería arrojar desde lo alto a un ladrón y éste le pidió una oportunidad. Le dijo que le diera un cuchillo y le permitiera demostrarle su valía. El khan accedió y el ladrón descendió por el exterior del minarete clavando el cuchillo en el ladrillo. El khan no pudo por menos que admirar su ingenio y le concedió el perdón". A continuación me pidió comprara sus postales. Las rechacé pero creí que su ingenio merecía algo: le regalé la pluma de pavo real.

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