martes, 1 de marzo de 2011
NUEVA ZELANDA - Bahia de Tasmania, Marlborough Sounds y Wellington
Tasman Bay es el nombre que recibe la inmensa bahía que corona la isla del sur. Se extiende desde el Abel Tasman National Park hasta los Marlborough sounds en el extremo noreste de la isla del Sur.
Iniciamos su recorrido desde la localidad de Havelock, pequeño enclave que preside un puerto deportivo, donde las numerosas naves de recreo quedan aisladas en marea baja. Estas deberan recorrer unas cuantas millas para encontrar el mar abierto, tan profundo es el sound donde Havelock esta enclavada. Un promontorio ofrece un mirador perfecto de Havelock y su puerto a un lado, y el sound que busca la salida a la bahia de Tasmania por el otro.
La carretera que rodea la bahia se llama Queen Charlotte road. Ofrece una oportunidad magnifica para contemplar la belleza de este “Sound”en buena parte de su zigzagueo entre islas. Una desviación permite adentrarse aun en tierra firme para poder iniciar el recorrido a pie del Queen Charlotte Track. Se trata de una ruta muy popular que puede iniciarse e interrumpirse al antojo del caminante, pues existe un servicio de barca-taxi que te dejan o recogen a horas convenidas en determinados puntos del recorrido. Nosotras preferimos hacer el primer tramo a pie, hasta la bahia de Davis y regresar a pie por el mismo tramo. Se atraviesa el mismo tipo de bosque que puebla la mayor parte de la isla. Es tan densa la vegetación que llega hasta el agua, que solo en algunas ocasiones es posible descender hasta alguna pequeña playa.
Pîcton es una población pequeña centrada en la visita del Queen Charlotte y en los ferris que comunican la isla sur con la norte. A la mañana siguiente nos embarcaríamos para dirigirnos a Wellington, la capital del país y puerto de arribada de los ferris del sur.
Esta travesía fue extraordinaria. ^Picton se va alejando y pronto queda escondida tras los salientes de la costa, islas y promontorios se alternan para cambiar la belleza del paisaje. En unas tres horas y media pudimos disfrutar bajo un sol espléndido y un viento fresquito constante de otra sección del Queen Charlotte hasta que la nave se desvió al este para pasar entre un promontorio y unos islotes rocosos y entrar en el Estrecho de Cook que separa las dos islas. Antes incluso de traspasar el estrecho ya se divisaba la isla del norte.
El mar abierto se notó en un cierto cabeceo pero pronto volvió a quedar a sotavento de la punta mas septentrional de la isla norte y rodeandola en un amplio arco ir ofreciendo una panorámica de las colinas próximas a Wellington, la mayoría sembradas de casas. La bahía forma un ángulo recto respecto a su entrada y el centro urbano y su puerto están al fondo. Cercanos a éste, unos veleros ostensiblemente en prácticas se cruzaban con la estela del ferry.
Es patente que Wellington y sus 400.000 habitantes se apiñan al fondo de esta bahía. Está encajonada contra la montaña muy proxima al litoral. Pronto nos daríamos cuenta de los esfuerzos de organización que han necesitado para que la ciudad no sea un caos o el viandante no desee huir nada mas llegar. En fecha relativamente reciente han rescatado los muelles para convertirlos en paseo y antiguos hangares en lugares de esparcimiento o exposición. El precioso Museo Te Papa se aloja en un moderno edificio junto al mismo. Fue nuestro primer destino. En cinco plantas se muestra la flora, la fauna, la geologia, la historia poblacional y ecologica, la historia particular de los Maoris y sus obras artísticas, amen de exposiciones temporales, en esta ocasión de Arte pictórico europeo del XIX. La entrada es gratuita.
Es tan reducido el espacio del que dispone que el Civic Square pasa por ser el centro por antonomasia. Esta es una reducida plaza triangular rodeada del ayuntamiento, la biblioteca nacional y una pequeña pirámide escindida. Sobre el espacio central vacío pende una esfera hueca cuya superficie son ramas de helecho, la planta nacional. No hay espacio para mas. Era domingo por la tarde y las calles estaban desiertas. Solo en las cervecerias y cafeterias del puerto había clientes.
Al dia siguiente decidimos visitar su renombrado Jardin Botánico. Se llega al mismo por empinadas calles entre hermosas casas de madera, posiblemente originarias del mediados del XIX en inmejorable estado de conservación. El botanico arropa un par de colinas por las que hay que subir y bajar continuamente. En una de sus laderas, una escultura de Henry Moore se orienta hacia el monte, dando la espalda al mar. La variedad de plantas y flores es notable y las gardenias estaban especialmente preciosas. Florecen en un invernadero al que se accede desde la rosaleda, convenientemente protegida del fuerte viento que parece no abandonar la ciudad. Desde el punto mas elevado del Botanico se puede contemplar toda la ciudad .
A la mañana siguiente, tras volver al Te Papa para completar la visita , salimos de la ciudad con rumbo al centro volcánico de la isla.
Raetihi, 1 de marzo 2011
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