martes, 25 de octubre de 2011
Camino de Huaihua. Cambio de dirección.
En las últimas horas apacibles que pase junto al Puente de la Lluvia y el Viento por fortuna no podía imaginar el largo dia y noche que me esperaba. Resumiré. Me dirijo a Sangjiang para enlazar allí. El autobús que me llevará ha tardado 2 horas en salir, tiempo que he pasado en una estación. Cuando ha salido, iba repleto y mi asiento ha sido la ardiente tapa del motor, junto al conductor. Por el camino aun subirán mas pasajeros que se acomodaran, es un decir, en taburetes de plástico en el pasillo. Una vez en Tongdao, habré de esperar una hora mas para coger otro a Huaihua, No podrá ser peor, ¿o si? Medio vacío, me prometo un feliz viaje. Samsara. La carretera solo tiene el nombre. Está coarrugada en gran parte del recorrido y llena de baches que el conductor trata de sortear. Saltos y bamboleos. Mi espalda venía protestando después del carreteo de la maleta y me recuerda que no soy de plástico. Fueron 5 horas que amenizó un video de la misma duración sobre unos militares chinos. Se convertiría en un péndulo hipnótico en las dos última horas nocturnas. Murphy siempre tiene razón. Finalmente llegamos a Huaihua. Mis ganas de proseguir trayecto por carretera durante varios días para visitar mas pueblecitos se habían esfumado por completo, así que escojo a una taxista entre la avalancha que aborda el autobús y le pido que me lleve a la estación de tren. Pasamos por anchas avenidas comerciales bien iluminadas y asfaltadas. La estación mas parece un moderno aeropuerto, en una enorme plaza. Pero Huaihua es un punto diminuto en el mapa. Me dirijo a comprar un billete para el tren nocturno a Shanghai.
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