martes, 25 de octubre de 2011

De Guilin a Yangshuo. Mas occidentales errabundos.
































Ha llegado el momento de hacer lo que me ha traído hasta Guilin, navegar por el rio Li y contemplar la maravilla de la región kárstica y el río deslizándose por ella. Decido embarcar en un bote de bambú con toldilla y recorrer la sección ente Yangdi y Xingping, dicen que la más hermosa. Coincidiendo con la semana festiva, parece celebrarse una regata, tantos son los barquitos que coinciden en el mismo tramo. Y es que, además, estas pequeñas embarcaciones solo pueden salir cuando los grandes han terminado su recorrido. El cielo está muy cubierto pero de momento no llueve. La velocidad de la embarcación permite contemplar a placer el paisaje. Llegados a Xinping, se nos hace observar que los perfiles que se contemplan son los que aparecen en el billete de 100 yuanes. Alli descendemos del barquito y nos llevan en autobus hasta el Puente del Dragon, sobre el río Yulong. Se trata de un hermoso puente de piedra desde el cual las vistas del río y los picachos entre los campos de arroz son bellísimas.Algunas parejas de novios han venido aquí a hacerse la sesión de fotos, costumbre muy arraigada,por lo menos en muchos de los lugares que he visitado. Los picos no están aquí tan cercanos entre si ni respecto al río y el paisaje parece abrirse. Subimos a unas pequeñas balsas de bambu, con capacidad para dos personas, sin toldillas, impulsadas por una larga pértiga que el piloto maneja puesto de pie en la parte posterior. El silencio nos rodea, solo un ligero chapoteo. Nos acercamos a un pasto donde algunos yaks esperan. Un hombre sujeta a cada uno por una cuerda atada a una anilla pendiente de su hocico. Les damos de comer y admiramos a una criatura de 12 días de edad, rubia como el trigo. Volvemos a las balsas y de allí hasta un escalón artificial por donde las aguas se deslizan. Las balsas descienden salpicándonos. Luego daran la vuelta y remontaran la corriente por un ingenio compuesto de un tambor de palas movido por la corriente que mueve a su vez una cinta de cilindros en los que se engrana la balsa. La excursión termina tras observar de cerca la pesca con cormoranes.
En el primer trayecto de hoy coincidiamos en la balsa Megan, Gian Luca y una china que dice trabajar de funcionaria del gobierno. Megan de Boston de unos veintitantos , ha trabajado tres años en Corea del Sur como profesora de inglés. Ahora lleva siete meses en Shanghai haciendo lo mismo y no tiene ninguna prisa por volver a los EEUU. Su madre la respalda; ella no pudo hacer algo parecido pues a su edad ya tenia 5 hijos. Gian Luca, 37 años, italiano, lleva dos años trabajando de como director de desarrollo de productos en Shanghai. Fue como turista, dejó algunos curriculums y a los tres días tenía 5 ofertas. En dos años ha llegado a director. Trabaja en una empresa de capital mixto, como todas las de origen extranjero que quieren establecerse en China, y cobran el salario oficial máximo para no pagar impuestos. Afirma que nadie paga impuestos en Shanghai. El resto del salario lo cobran en negro. Le gusta la ciudad, encuentra todo lo que le apetece, se siente a gusto pero no ha conseguido aprender chino. A fin de cuentas, en el trabajo se comunican en inglés. Megan si lo estudia y llegó a aprender el Coreano, que ahora empieza a olvidar.

La semana de fiesta nacional ha hecho que los precios del alojamiento casi se hayan triplicado. Aun asi, no son exorbitantes si te alojas en hostales, asi que decido esperar a ver qué tiempo hace al día siguiente, porque ha empezado a llover. Desde la terraza del hostal, la lluvia ha otorgado a los focos que iluminan los picachos una tonalidad verdosa y los tejados brillan casi tanto como las luces. Es un bello escenario para alguna función de ópera. A pesar de la lluvia me atrevo a salir a dar una vuelta por el centro. Parece la calle comercial de cualquier ciudad pocos días antes de Navidad. No puede darse un paso. No es el Yangshuo que he venido a ver. Vuelvo al hostal.
En la habitación de literas una pareja de chinos se esfuerzan por comunicarse conmigo, tratando de aconsejarme qué ver y como llegar. El echa mano de su traductor del móvil, pero aun asi, la comunicación se resiste. Le veo las ganas y no me atrevo a decirle que lo que deseo es acostarme y dormirme. Al poco salen a cenar.

Se despierta el día con una lluvia persistente que durará todo el día y la noche siguiente. Cualquier cosa que pueda hacerse alrededor de Yangshuo implica alquilar una bicicleta y pasear por caminos entre las formaciones kársticas. Hace fresco y la humedad lo acentua. Una sudafricana de 33 años residente en el hostal me saluda. Llegó ayer, como yo. Trabaja en una población cercana a Suzhou. Huyó de Cape Town; no aguantaba la violencia. Secuestraron a dos amigas suyas, las metieron en el capó de un coche. Afortunadamente pudieron huir, pero la tensión hizo su vida allí insostenible. Otros no tuvieron tanta suerte. No sabe qué hará, cuanto tiempo permanecerá en China pero no cree que haya ningún “Shangri-La” ni en China ni en ningún sitio. Tiene unos enormes ojos azules y una bonita sonrisa, con un deje de amargura en la mirada. En algún momento de la conversación confiesa que no ha visitado todavía Suzhou y la belleza de sus canales. Lo deja para cuando esté deprimida. A mi me parece que ya necesitaría hacerlo.
El pronóstico del tiempo no es muy halagüeño; no se espera una mejora en los próximos días así que decido volver a Guilin al día siguiente.

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