jueves, 23 de febrero de 2012

COLOMBIA- Tierradentro




“Tierra adentro” la llamó Sebastián de Belalcázar, fundador de Quito y Popayán, y sus soldados cuando en el siglo XVI penetraron este abrupto territorio templado, frío y de páramo, bañado por el río Paez y sus afluentes. Hoy pertenece al departamento del Cauca, con capital en Popayan. Se extiende en 6000km2. Las montañas son de laderas muy empinadas. La abrupta topografía, el aislamiento de las poblaciones, y la dificultad de movilización le valieron su nombre. Los indígenas Paez la siguen habitando y sus cultivos cubren distintos pisos térmicos. El mas importante es el maiz, tambien yuca, papa, frijol, ajos, coca, café y otros.

Con San Agustin y el P.N. Tayrona, Tierradentro forma parte de los Parques Arqueológicos de Colombia.
Iglesia de San Andrés de Pisimbalá



San Andrés de Pisimbalá es un pequeño núcleo rural compuesto apenas por un par de calles de casas de una sola planta y una hermosa iglesia colonial, de paredes encaladas, de forma rectangular, con un sencillo pórtico con tres arcos y uno a cada lado. Sobre el tejado de fibra vegetal se eleva un pequeño campanario que mas parece una chimenea cilíndrica. La cuerda de la campana pende en el interior del pequeño porche. En su interior, paredes encaladas desnudas, apenas con alguna imagen en yeso y altar con otras tres hornacinas con una imagen cada una. Alrededor, en la plaza tapizada de hierba , jugaban los niños y algún caballo pacía a su antojo.

A nuestra llegada Leonardo salió a recibirnos. Nos ofreció un alojamiento y comida, asi como un plano de los alrededores que pasó a explicarnos sin mas demora. Accedimos a su invitación y degustamos un sabroso almuerzo recién preparado. Otras dos personas compartían el comedor en una construcción enteramente de bambú, la Portada. La hostería la está aun construyendo Leonardo, pero la mayoría de las pocas habitaciones ya disponibles estaban ocupadas.

A San Andrés de Pisimbalá habíamos llegado en un colectivo desde Pitalito, a media hora de San Agustín. De allí, a la Plata y nuevo transporte hasta San Andrés. El paraje hermoso como el que nos acompañó desde Popayan hasta San Agustín, aunque la carretera en mejor estado en la mayor parte de los tramos. Sin embargo aun se está trabajando en ella en muchos de ellos, por los continuos derrumbamientos producidos por las lluvias y la reposición de nuevo firme. Apenas una pequeña parte del recorrido está asfaltado.

Pero al fin estábamos al pie de lo que prometía ser un complemento interesante a San Agustín. 

Efectivamente, Tierradentro, a diferencia de San Agustín, no se destaca por las esculturas y tumbas bajo dólmenes, sino por los enterramientos o hipogeos de pozo con cámara lateral. Existe una gran cantidad de ellos diseminados por un amplio territorio en altos entre altas montañas, que dominan los valles.

Después de comer decidimos emprender el ascenso a la Loma de San Andrés. Desde La Portada, un sendero desciende abruptamente hasta el rio, se cruza un puente de medio arco de bambú y se emprende una pronunciada subida. Al cabo de media hora se llega al primer hipogeo. El guarda abre el candado de la reja que protege su entrada y se abre a nuestros pies un pozo cilindrico excavado en la roca, con altos escalones practicados en espiral . Unos tres metros mas abajo, desembocamos en un acceso de medio arco, de algo mas de un metro de altura y descubrimos un recinto abovedado, con dos columnas excavadas decoradas con pintura en rojo y negro. En los muros se han practicado pequeños ensanchamientos a espacios regulares . Todos los muros, techos y recesos de la roca están bellamente pintados en formas geométricas . Donde debería haber capiteles, hay rostros triangulares que parecen inquirir por nuestra presencia. Vemos otro hipogeo de iguales características y un tercero cuyo techo se ha derrumbado, dejando al descubierto una sección de corte del mismo.

De allí se prosigue la ascensión y se llega al Tablón. Allí quedan cuatro esculturas con un alto deterioro. Se domina desde aquí una bella panorámica, con San Andrés al pie, junto al rio. El guarda está charlando con un soldado. Éste nos pregunta acerca de España y entablamos una conversación: “Está esto tranquilo?”, “Si, ayer solo hubo tres tiros por ahi”, señala vagamente un punto del monte cercano. “No tiene comparación con otros lugares donde me han destinado. Allí me pasaron las esquirlas rozando la cabeza”, dice señalando algun punto sobre la oreja. “Nos tiraban granadas. Pero eso es solo mariqueo” “¿Y qué granadas usais?” Se desabrocha una de las cartucheras y saca una especie de cubilete verde de unos 12 cm y muestra por signos como activarla. “Estas son mejores que las que teníamos antes”. “¿Y cuantos quilos llevan encima?” Empieza a contar y le suman unos 12 kilos que expresa en libras. El fusil es de fabricación israelí, aunque dice que ya pronto se lo van a cambiar por uno de fabricación colombiana. Cuando nos despedimos la encajada de manos me demuestra el resultado de cargar este arsenal.
Proseguimos el sendero para cerrar el círculo que nos devolverá a San Andrés. No podemos acercarnos a visitar los dos museos y los otros dos emplazamientos de tumbas, por estar cercana la hora de cierre – las cuatro de la tarde- y estar a unos dos kilómetros.

Recorremos el pueblo y observo unas curiosas aves de corral. Resultarán gallos de pelea, con las plumas, cresta y barbas recortadas para evitar que el adversario las desgarre. Las peleas se suelen celebrar en una gran explanada parecida a un campo de polo, donde ahora juegan al fútbol algunos chavales. Grupitos de jóvenes dan repetidas vueltas al pueblo corriendo a paso ligero.
Desde la terraza del hospedaje oímos la campana llamando a los feligreses. Las puertas abiertas de par en par vomitan una estridente música y voz femenina loando el amor al Señor. Pero la llamada solo encuentra nuestra respuesta .
La campana volverá a tañer dos veces mas, cada media hora. No sabremos si el llamado habrá tenido más éxito, aunque he observado un par de rótulos en alguna casa, indicando la presencia de dos iglesias mas de distinta confesión. Un caballo remonta el camino bajo la terraza cargando leña. Al cabo le sigue un perro y un hombre.
Se acerca Leonardo. Viene a conversar, no le interesa la televisión, el tiene su radiecita donde sabe del mundo. Nos cuenta de su vida y de su opinión sobre la marcha del país. De cosas que no suelen publicarse, de los fraudes piramidales y del Crédito Agrario. Este consistía en otorgar crédito para plantar palma de aceite. Pocos campesinos pudieron beneficiarse, pues ¿quién puede esperar de siete a ocho años para obtener su primera cosecha? Por otra parte, algun corrupto ha sido juzgado y encarcelado por desviar esos fondos. En cuanto a la región la situación de conflicto armado se ha aliviado mucho, aunque aun quedan escaramuzas, hostigamientos. A pesar de todo, él prefiere vivir en su tierra, construir a poquitos su hospedaje, conforme va ganando alguna plata, no cree en las pirámides, “¿quién te dio nada sino tu madre cuando mamaste?” Por cincuenta y seis años lo hizo asi y asi seguirá.

Sueño reparador y un buen desayuno nos preparan para la siguiente etapa. Una furgoneta de caja abierta nos baja hasta los museos. Desde alli se asciende durante veinte minutos hasta El Alto de Segovia.
 Pueden visitarse aquí mas de veintisiete hipogeos pero nos conformaremos con descender a cinco o seis. La diferencia entre los mismos consiste en el mejor o peor estado de conservación y en su tamaño, tanto de la altura de la cámara sepulcral como del diámetro del pozo. Todos tienen luz artificial y algunos muestran un muy ben estado de las pinturas y el labrado de la piedra. En uno de ellos, se conservan ánforas que contienen huesos carbonizados. Alvaro Chávez fue su descubridor y excavador . Pidió que sus cenizas pudieran reposar en una de ellas. Allí siguen.

La cultura de los paeces sigue presente en la zona. Durante años han exigido que su cultura se enseñara en las escuelas, asi como su lengua. Hartos del silencio administrativo empezaron por ocupar alguna escuela. Hoy día numerosas escuelas de la región las enseñan. Otras cosas no han mejorado. “Tanto la presencia de la guerrilla como del ejército son malas. Todas esas niñas embarazadas tan jóvenes”, nos comenta el veterano guardián.

En el pequeño Museo Arqueológico del yacimiento hay una bonita colección de objetos de cerámica y piedra, asi como alguna escultura, maquetas y dibujos de las tumbas. Allí aprendemos que la forma de las cámaras sepulcrales reproducen la forma de las viviendas tradicionales.
Trapiche
Y al otro lado de la carretera, junto a la oficina de acceso se halla el Museo Etnografico. Se trata de un ilustrativo repaso a las artesanias y usos ancestrales de los pueblos que han habitado la región.











 Destaca un trapiche de madera, de construcción artesanal, que podria ser usado en cualquier momento. Muestras de tejidos, vestimenta, bolsas, utensilios y recipientes. 










Representación a escala de una vivienda paez y de una cocina a tamaño natural.

Fruta y jugo de Lulo














 Bonito, bien dispuesto y bien iluminado. El recinto se ubica en un auténtico jardín. Junto a la entrada la Reina de los Jugos nos prepara unos excelentes jugos de limón y lulo, asi como una macedonia. Es la madre del joven guardián del Alto de Segovia. Su hijo era profesor pero al cabo de diecisiete años, “lo botaron por un problema con la guerrilla, pero con un poco de suerte este año próximo lo volverán a contratar”. Buen refresco para emprender la ruta hasta Popayan. La suerte nos acompañará, pues mientras esperamos el autobús aparece una furgoneta, con alta “carpa” en la caja que ofrece llevarnos. Un recorrido que amenazaba ser de 6 horas se resolverá en tres y media, amenizado con la conversación incesante del conductor. Sabremos que en la carpa viaja cascarilla de arroz. “Hay que ir ganándose algo”. Los pasajeros contribuiremos nuestra parte a esas ganancias, lógicamente.


Cafeto cargado de grano
Subida al Alto de Segovia


22 de febrero 2012



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