De los 46 millones de habitantes en
Colombia, 8 residen en Bogotá, a unos 2600 metros de altitud. Aquí
llegamos el 25 de febrero, en dos autobuses, desde Salento con cambio
en Armenia. Del calor húmedo de las ciudades del eje cafetero
pasamos a un clima mas saludable y fresco. Altas cimas rodean la
capital, que hasta bien recientemente ha dado una imagen de conflicto
latente, e incluso de peligrosidad. Sin embargo, se nos ofrece de
inmediato como una gran ciudad, no solo grande, donde el centro
histórico invita a pasear, donde se descubre la presencia de
múltiples instituciones culturales y eventos, con gente amable,
abierta. Sus autoridades están desarrollando proyectos interesantes
para la mejora de la congestión del tráfico y el disfrute de sus
ciudadanos: los domingos se cierran 122 calles y son los ciclistas
quienes las toman; el TransMilenio, un sistema de autobuses conecta
los distritos mas elegantes del norte con los barrios de trabajadores
del sur.
La Candelaria, el barrio colonial, que ocupa buena parte del
centro, alberga también numerosos centros universitarios. Estos
alternan con casas mas que centenarias, todas ellas ocupadas por todo
tipo de usos: instituciones privadas o públicas, teatros, museos,
restaurantes, hoteles, clubs o asociaciones. Aparentemente no queda
ninguna abandonada a la imagen testimonial del pasado. Sus fachadas
frecuentemente exhiben vivos colores y en algunas llamativos
graffitti. Los elementos arquitectónicos mas notables, como columnas
labradas, frontones o escudos y artesonados han sido primorosamente
conservados. Son numerosas las placas conmemorativas de la historia
de algunas de ellas. Bogotá se enorgullece de su pasado y proclama
en voz alta su voluntad de un futuro que no lo olvide.
Como auténtica ciudad de gran pasado
colonial, son numerosas las iglesias, algunas sencillas como la de la
plazoleta del Chorro Quevedo, otras opulentas como San Francisco, San
Ignacio, la Catedral, y los palacios con hermosos patios porticados
con galería superior.
Pero es el Museo del Oro el reclamo que trae a Bogotá a miles de visitantes de todo el mundo. El último domingo de cada mes, abre sus puertas de forma gratuita y allí estábamos nosotros en la larga cola.
Pero es el Museo del Oro el reclamo que trae a Bogotá a miles de visitantes de todo el mundo. El último domingo de cada mes, abre sus puertas de forma gratuita y allí estábamos nosotros en la larga cola.
La organización del Museo ofrece un
estudio antropológico de las culturas pre-hispánicas de forma muy
detallada e ilustrada con objetos. En otra sala muestra los procesos
metalúrgicos con explicaciones y muestras. En otra las diferentes
culturas de todo Colombia se describen por separado y sus
producciones tanto de cerámica como metalúrgicas se muestran con
todo detalle. La joya del museo es una pequeña balsa con figuras, de
unos 30 cm, elaborada totalmente en oro, atribuida a la cultura
Muisca y que mostraría el rito anual de ofrendas a los dioses que el
cacique y sus ayudantes ofrecían a la laguna, una de las leyendas de
El Dorado, donde arrojarían esmeraldas y oro.
No es por falta de ganas que no relato en detalle todas las explicaciones relativas a la cosmogonía de aquellas culturas. La falta de espacio me impide también mostrar aquí todas las fascinantes imágenes que el museo ofrece. Dos horas de recorrido se convirtieron en una maratón tratando de absorber contenido e imágenes. La creatividad de estas culturas sorprende en cada vitrina, las creencias y su visión del mundo te abducen. Quisieras poder visitar con detalle cada una de las zonas donde vivieron, pero nuestro viaje tiene ya fecha de retorno. Está claro que Colombia merece un largo viaje por si misma.
En un bello edificio colonial ampliado
con un ala de factura moderna, el Banco de la República, exhibe el
Museo Botero. Fundamentalmente dedicado al pintor colombiano,
contiene también obras pictóricas y esculturas de Renoir, Chagall,
Miro, Picasso, Henry Moore y Emilio Greco. La entrada es gratuita.
Frente al mismo, se halla la Biblioteca de la misma entidad, del que
se dice que ostenta el mayor numero de consultas del mundo. El Museo
del Oro también es patrocinio del mismo Banco.
Dimos un paseo por la Plaza de Bolívar.
Uno frente a otro se hallan el Capitolio Nacional y el Palacio de
Justicia y entre ambos la Catedral Primada. En el extremo de la
carrera 7ª a la que abre sus puertas la Catedral se halla la Iglesia
de San Agustín. No muy lejos se halla el Museo Arqueológico,
pequeña pero primorosa exposición bien informada y dispuesta de
culturas prehispanicas. Una exposición temporal mostraba figuras
cerámicos del uso de la coca y alucinógenos por parte de chamanes y
sacerdotes. Sin embargo, es el mismo palacio donde está ubicado el
museo lo que llama la atención: una casona del siglo XVII cuyos
suelos cerámicos, las relucientes maderas y las pinturas originales
de sus muros se conservan y albergan una bella colección de
mobiliario, pinturas y arte suntuario de la época.
Quisimos ver Bogotá desde el mirador que ofrece el Cristo de Monserrate y tomamos el teleférico hasta la cima, a 3150 metros. En un domingo, buena parte de los ciudadanos de Bogotá habían tenido la misma idea. La iglesia contiene la estatua del Señor Caido, del siglo XVII. La iglesia fue reconstruida tras un terremoto a principios del XX. En una capilla lateral, tuvimos la sorpresa de encontrar una imagen de la Moreneta, con la señera a un lado y la bandera colombiana al otro. Ninguna placa explicaba como llegó allí ni quién la ofreció.
Apenas unos doscientos metros mas abajo
del pie del funicular, está la Quinta de Bolívar y sus
jardines. Se conservan las distintas estancias tal como eran cuando
el líder de la independencia sudamericana residió allí durante los
últimos años de su vida, ya enfermo de gravedad.
Bogotá confirmó una vez mas que este
país merece otro viaje, también para disfrutar mas a fondo todo lo
que su capital tiene para ofrecer en el aspecto humano y cultural.
27 de febrero 2012
27 de febrero 2012
Agradezco la info, ya que por mi trabajo cuento con pasajes a Bogotá, y bueno, ya que estaré allí, pretendo aprovechar para conocer y recorrer lo mas que pueda
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