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Iglesia de San Pedro Claver |
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La gran distancia que separa Bogotá de
Cartagena nos hizo optar por viajar en avión. A nuestra llegada
comprendimos de repente que habíamos dejado atrás el frescor de la
Colombia alta, del verdor de los valles y los altos montes de la
sierra oriental. El calor lo invadía todo y la luz intensa rebotaba,
cegaba e impregnaba el aire de un fulgor intenso. Nos dirigimos en un
colectivo al barrio de Getsemaní, extra-muros, humilde, donde
posiblemente podríamos hallar un alojamiento económico. Tras un
periplo por unos siete establecimientos conseguimos hallar uno que se
ajustaba a nuestro presupuesto y ofrecía unas mínimas condiciones
de salubridad y comodidad. Constatamos que nos hallábamos
efectivamente en lo que se ha dado en llamar, la joya de la corona de
Colombia, siquiera por la relación calidad-precio.
Getsemaní se halla apenas a
unos minutos a pie de la Torre del Reloj, entrada principal al
recinto amurallado que aloja la ciudad histórica, colonial. Sin
embargo, lo que separa a este barrio del centro histórico es
bastante mas que un muro de piedra. El Parque del Centenario,
límite occidental de Getsemaní estaba totalmente levantado. Las
calles que lo flanquean y las que se adentran en Getsemaní hasta el
puente de acceso al Castillo de San Felipe, son estrechas, de
escuetas aceras, oscuras y sucias entradas a viviendas de una pobreza
extrema. Algunos de los alojamientos que allí se ofrecen no parecen
dignos ni para las ratas. La prostitución reina tras mamparas a modo
de puertas. No hay mas que echar un vistazo a los transformadores
colgados de las fachadas para comprender que es un milagro que haya
luz en las casas. De hecho tendríamos ocasión de confirmarlo,
cuando estalló uno de ellos y nos dejó sin luz durante toda una
noche y parte de la mañana siguiente. Uno operario trató durante un
largo rato de reponer un fusible, desde la acera por medio de una
larga percha que apenas podía sostener enhiesta. Al día siguiente
supimos que aquella misma noche un ciudadano norteamericano había
amanecido muerto en uno de los hoteles de la misma calle. La policía
lo consideraba un homicidio.
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Península de Bocagrande |
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Una casa en la Calle de la Media Luna en Getsemaní |
Pero
como dice la guía Lonely Planet, Cartagena son tres ciudades en una:
la ciudad romántica de cuento de hadas encerrada en la muralla,
inmaculadamente preservada; la exterior, caótica, una ciudad obrera
sudamericana como cualquier otra y en el sur la península de
Bocagrande, una estrecha franja de tierra en forma de “L”, remedo
de Miami Beach, de lujosas mansiones, cafeterias de moda y rutilantes
restaurantes. En esta última, siempre a la vista, no llegamos a
poner los pies. En la segunda residimos durante cuatro noches. La
primera la recorrimos día si, día también entre alguna excursión
por tierra y mar para visitar los dos fuertes principales, San
Felipe y San
Fernando.
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Desde la muralla, catedral al fondo |
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Bahía de las Animas y Centro de Convenciones(derecha) |
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Muelle de los Pegasos |
La primera tarde
de nuestra llegada salimos de Getsemaní para pasar por al
Muelle de
los Pegasos, junto al
Centro de Convenciones y el Parque del
Centenario. El Centro es un moderno edificio cuadrangular, de pìedra dorada,
sobre la Bahía de las Ánimas, puerto natural, en el que desembocan
al este tres lagunas en sucesión. Si se entra por mar, ofrece un
frente hermoso, contrastando con la parte sur de la muralla y las
cúpulas de San Pedro Claver que asoman por detrás. Se estaba
celebrando el Festival de Cine y el Centro era su sede principal. El
sol iba recorriendo los últimos minutos y la luz de la Bahía se
teñía de malva, recortando las siluetas de dos hermosos y antiguos
barcos de vela con casco de madera.
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Plaza de los Pegasos y Torre del Reloj al fondo |
Atravesando la
Puerta del Reloj,
en la Plaza de los Coches, un grupo de bailarines ofrecían sus
danzas, trajes coloristas y música estridente. Los faroles de luz
naranja lanzaban destellos desde los muros circundantes. Apenas unos
minutos mas y el azul desaparecería del cielo, los comercios serían
los únicos protagonistas de las calles iluminadas desde sus
escaparates. Los hermosos balcones y fachadas habrían de esperar al
día siguiente para lucir sus encantos. El contraste entre el humilde
barrio de Getsemaní y este otro no podía ser mayor.
A la mañana
siguiente nos dispusimos a paladear los detalles de este hermoso
recinto.
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Uno de los baluartes de la muralla |
Empezamos por recorrer la
muralla. Esta conserva un
recorrido de mas de 13 kilómetros pero solo una parte es accesible a
su parte superior. De vez en cuando, los baluartes elevan su cabeza
reondeada orientando la mirada hacía alta mar. Los españoles
tardaron mas de dos siglos en construirla, tiempo que aprovecharon
los corsarios ingleses, con Drake a la cabeza para atacar
reiteradamente a los barcos españoles que, cargados de oro salían
en dirección al estrecho de Panamá para trasladar por tierra rumbo
al Atlántico su rica mercancía y de allí embarcarla de nuevo a
España. El trayecto desde España seguía la misma ruta, en sentido
inverso. Solo en el siglo XVI la ciudad sufrió siete asedios de
piratas. Drake saqueó el puerto y libró a la ciudad de convertirla en
tabla rasa a cambio de un cuantioso rescate que facturó a
Inglaterra. Como respuesta a estos ataques los españoles se
decidieron a construir una serie de fuertes, salvandola asi de
sucesivos asedios. Asimismo se construyó a mediados del XVII el
Canal del Dique, que unía la Bahía de Cartagena con el río
Magdalena y permitía a los barcos remontarlo tierra adentro. Asi
pues, Cartagena se constituyó en el bastión mas importante de la
España de Ultramar.
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Vista desde el Castillo de San Felipe |
El
Castillo de San
Felipe fue el mayor de aquellos fuertes y se mostró eficaz en la
protección de la ciudad. Hoy aparece como una pirámide truncada, de
altos muros y pasajes laberínticos. Uno de ellos se adentra
profundamente en la tierra y constituía un mecanismo para hacer
volar el polvorín en caso de un peligroso ataque. Hoy es posible
recorrerlo y percatarse de lo angosto y angustioso que debía ser
transitar por él a los soldados que lo protegían. El fuerte sufrió
algunas modificaciones en su periodo en activo, como el cambio de
ubicación de la puerta principal. Esta emplazado en la Boca Grande
del Puerto y el de
San Fernando, en Boca Chica.
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Castillo de San Fernando en Boca Chica |
Este último servía
de avanzadilla en la vigilancia, es de menores dimensiones y se ubica
en una isla, hoy habitada por un escaso número de habitantes
dedicados principalmente a la pesca. Parecen no recibir demasiadas
visitas, y sus condiciones de vida tampoco parecen haber sufrido
mayores cambios, a pesar de distar unos pocos minutos en lancha desde
Cartagena.
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Muralla y cúpulas de San Pedro Claver |
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Estatua de Bolívar en la Plaza del mismo nombre |
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Hoy día la
muralla es como el estuche de la joya; la destaca y realza. Todo
parece estar en su sitio, toda mansión ofrece sus mejores galas, sea
pública o privada. Las tiendas ofrecen desde la artesanía mas
sencilla a la joyería de mayor precio, desde ropa de bajo coste a
primerísimas marcas mundiales. Todo viajero encuentra un comercio a
su medida, pero algunos están favorecienda la inflación de
precios. Cuando llega un crucero, centenares de turistas,
norteamericanos en su mayoría, llenan las calles y las manos de los
numerosos vendedores ambulantes de baratijas o de su propia imagen, de
dólares. “¿Una foto, mister? Son cinco dólares”. Y los pagan.
Procuré escapar
de los grupos para poder visitar a mis anchas cada fachada, patio,
iglesia o plaza. Intenté visitar algunas iglesias o museos pero el
precio es aquí ridículamente alto. Acostumbrada a la generosidad de
Bogotá, me parecía fuera de lugar pagar 8 dólares por visitar una
colección de pintura en una iglesia, o veintitantos por una
audio-guía para un museo. Y es que aquí se puede pagar en dólares,
como no. Solo el Museo del Oro, una vez mas de patrocinio oficial, es
gratuito. No aporta nada nuevo al de Bogotá, pero si ofrece una
ampliación de la orfebrería del pueblo Zimú, pobladores
precolombinos de la región.
Con todo, creo que
conviene visitar Cartagena, porque es un contraste con el resto del
país, porque se asoma por su carácter a centroamérica y porque a
pesar de los oropeles y nuevo reducto de piratas del comercio, es una
bella ciudad monumental.
Sobre el paso marítimo de Colombia a Panamá
Colombia sigue estando incomunicada por tierra de su vecina Panamá.La carretera Panamericana se interrumpe aqui durante 150 kilometros y el avión y el barco privado son los únicos modos de salir en esa dirección. Algun aventurero ha intentado a pesar de todo transitar las marismas y junglas del Darién, por rio o a través de la selva, pero los peligros que comporta tal trayecto lo hacen mas que desaconsejable.
Quisimos constatar la oferta marítima y nos dirigimos al Club Náutico. Nos costó encontrarlo a pesar del mapa, pues se halla ubicado en un precario cobertizo de madera, tras una valla igualmente precaria asentada en un lodazal. Y ello a pesar de estar en un hermoso paseo que recorre la bahía y enfrente de lo que aquñi denominan Condomnios, es decir urbanizaciones privadas de lujosas casas y apartamentos. A juzgar por como te cierran la entrada, se diría que allí se está desarrollando no se sabe que actividad secreta o ilícita. Al poco apareció un señor que se presentó como capitan de barco con mas de 20 años de experiencia en efectuar la travesía y nos ofreció el cruce a Panama en el Odysee, de 40 pies de eslora y dos palos, a través de las islas de San Blas y puerto de desembarque en Bellavista, durante 5 días con todo incluido por 450 US$ por persona. Dado el precio del billete de avión nos pareció bastante asequible. Puntualizó que el mar puede estar bravo y que daría consejos para no marearse; que las comidas mientras se navega son sopitas... Algunas casas de huéspedes ofrecían trayectos similares a iguales precios. En la Oficina de Turismo confirmaron la existencia de tales travesías y puntualizaron que son charters privados, y que el viajero lo contrata bajo su estricta responsabilidad.
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Atardecer sobre el Muelle de los Pegasos |
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3 de marzo 2012
Las fotos hablan por sí solas... en mi caso ya tengo pasajes a Cartagena para el mes próximo, y estaba averiguando por alojamiento... alguna recomendación?
ResponderEliminarHola Claudia Mar,
ResponderEliminarSin conocer tu presupuesto de alojamiento es difícil recomendarte... Yo me alojé en el Hotel San Roque, en la calle de la Media Luna, en el barrio de Getsemaní. Habrás leido mi opinión sobre el barrio... sin embargo el hotel es aceptable, limpio, tranquilo, con espacio común en el piso superior, con una reja continuamente controlada de acceso a la calle, y su precio el equivalente a unos 15 dolares por persona, incluyendo desayuno. Hay otros en el mismo barrio de categoria superior pero el precio se dispara y el Hostal Real, en la calle de la Magdalena, que suele estar lleno y con lista de reservas. De los hoteles en el mismo centro histórico no puedo darte información aunque por su aspecto me temo que estan a precios muy altos. En la pagina de hostelworld.com puedes hallar muchas referencias, pero cuidado con las fotos, no siempre reflejan la realidad. Yo preferí verlos en vivo y en directo antes de optar.