jueves, 8 de marzo de 2012

COLOMBIA- Cartagena de Indias


Iglesia de San Pedro Claver


La gran distancia que separa Bogotá de Cartagena nos hizo optar por viajar en avión. A nuestra llegada comprendimos de repente que habíamos dejado atrás el frescor de la Colombia alta, del verdor de los valles y los altos montes de la sierra oriental. El calor lo invadía todo y la luz intensa rebotaba, cegaba e impregnaba el aire de un fulgor intenso. Nos dirigimos en un colectivo al barrio de Getsemaní, extra-muros, humilde, donde posiblemente podríamos hallar un alojamiento económico. Tras un periplo por unos siete establecimientos conseguimos hallar uno que se ajustaba a nuestro presupuesto y ofrecía unas mínimas condiciones de salubridad y comodidad. Constatamos que nos hallábamos efectivamente en lo que se ha dado en llamar, la joya de la corona de Colombia, siquiera por la relación calidad-precio.
Getsemaní se halla apenas a unos minutos a pie de la Torre del Reloj, entrada principal al recinto amurallado que aloja la ciudad histórica, colonial. Sin embargo, lo que separa a este barrio del centro histórico es bastante mas que un muro de piedra. El Parque del Centenario, límite occidental de Getsemaní estaba totalmente levantado. Las calles que lo flanquean y las que se adentran en Getsemaní hasta el puente de acceso al Castillo de San Felipe, son estrechas, de escuetas aceras, oscuras y sucias entradas a viviendas de una pobreza extrema. Algunos de los alojamientos que allí se ofrecen no parecen dignos ni para las ratas. La prostitución reina tras mamparas a modo de puertas. No hay mas que echar un vistazo a los transformadores colgados de las fachadas para comprender que es un milagro que haya luz en las casas. De hecho tendríamos ocasión de confirmarlo, cuando estalló uno de ellos y nos dejó sin luz durante toda una noche y parte de la mañana siguiente. Uno operario trató durante un largo rato de reponer un fusible, desde la acera por medio de una larga percha que apenas podía sostener enhiesta. Al día siguiente supimos que aquella misma noche un ciudadano norteamericano había amanecido muerto en uno de los hoteles de la misma calle. La policía lo consideraba un homicidio.

Península de Bocagrande

Una casa en la Calle de la Media Luna en Getsemaní
Pero como dice la guía Lonely Planet, Cartagena son tres ciudades en una: la ciudad romántica de cuento de hadas encerrada en la muralla, inmaculadamente preservada; la exterior, caótica, una ciudad obrera sudamericana como cualquier otra y en el sur la península de Bocagrande, una estrecha franja de tierra en forma de “L”, remedo de Miami Beach, de lujosas mansiones, cafeterias de moda y rutilantes restaurantes. En esta última, siempre a la vista, no llegamos a poner los pies. En la segunda residimos durante cuatro noches. La primera la recorrimos día si, día también entre alguna excursión por tierra y mar para visitar los dos fuertes principales, San Felipe y San Fernando.
Desde la muralla, catedral al fondo
Bahía de las Animas y Centro de Convenciones(derecha)
Muelle de los Pegasos

La primera tarde de nuestra llegada salimos de Getsemaní para pasar por al Muelle de los Pegasos, junto al Centro de  Convenciones y el Parque del Centenario. El Centro es un moderno edificio cuadrangular, de pìedra dorada, sobre la Bahía de las Ánimas, puerto natural, en el que desembocan al este tres lagunas en sucesión. Si se entra por mar, ofrece un frente hermoso, contrastando con la parte sur de la muralla y las cúpulas de San Pedro Claver que asoman por detrás. Se estaba celebrando el Festival de Cine y el Centro era su sede principal. El sol iba recorriendo los últimos minutos y la luz de la Bahía se teñía de malva, recortando las siluetas de dos hermosos y antiguos barcos de vela con casco de madera.
Plaza de los Pegasos y Torre del Reloj al fondo
 Atravesando la Puerta del Reloj, en la Plaza de los Coches, un grupo de bailarines ofrecían sus danzas, trajes coloristas y música estridente. Los faroles de luz naranja lanzaban destellos desde los muros circundantes. Apenas unos minutos mas y el azul desaparecería del cielo, los comercios serían los únicos protagonistas de las calles iluminadas desde sus escaparates. Los hermosos balcones y fachadas habrían de esperar al día siguiente para lucir sus encantos. El contraste entre el humilde barrio de Getsemaní y este otro no podía ser mayor.
A la mañana siguiente nos dispusimos a paladear los detalles de este hermoso recinto.
Uno de los baluartes de la muralla
 Empezamos por recorrer la muralla. Esta conserva un recorrido de mas de 13 kilómetros pero solo una parte es accesible a su parte superior. De vez en cuando, los baluartes elevan su cabeza reondeada orientando la mirada hacía alta mar. Los españoles tardaron mas de dos siglos en construirla, tiempo que aprovecharon los corsarios ingleses, con Drake a la cabeza para atacar reiteradamente a los barcos españoles que, cargados de oro salían en dirección al estrecho de Panamá para trasladar por tierra rumbo al Atlántico su rica mercancía y de allí embarcarla de nuevo a España. El trayecto desde España seguía la misma ruta, en sentido inverso. Solo en el siglo XVI la ciudad sufrió siete asedios de piratas. Drake saqueó el puerto y libró a la ciudad de convertirla en tabla rasa a cambio de un cuantioso rescate que facturó a Inglaterra. Como respuesta a estos ataques los españoles se decidieron a construir una serie de fuertes, salvandola asi de sucesivos asedios. Asimismo se construyó a mediados del XVII el Canal del Dique, que unía la Bahía de Cartagena con el río Magdalena y permitía a los barcos remontarlo tierra adentro. Asi pues, Cartagena se constituyó en el bastión mas importante de la España de Ultramar.
Vista desde el Castillo de San Felipe
El Castillo de San Felipe fue el mayor de aquellos fuertes y se mostró eficaz en la protección de la ciudad. Hoy aparece como una pirámide truncada, de altos muros y pasajes laberínticos. Uno de ellos se adentra profundamente en la tierra y constituía un mecanismo para hacer volar el polvorín en caso de un peligroso ataque. Hoy es posible recorrerlo y percatarse de lo angosto y angustioso que debía ser transitar por él a los soldados que lo protegían. El fuerte sufrió algunas modificaciones en su periodo en activo, como el cambio de ubicación de la puerta principal. Esta emplazado en la Boca Grande del Puerto y el de San Fernando, en Boca Chica.

Castillo de San Fernando en Boca Chica
Este último servía de avanzadilla en la vigilancia, es de menores dimensiones y se ubica en una isla, hoy habitada por un escaso número de habitantes dedicados principalmente a la pesca. Parecen no recibir demasiadas visitas, y sus condiciones de vida tampoco parecen haber sufrido mayores cambios, a pesar de distar unos pocos minutos en lancha desde Cartagena.



Muralla y cúpulas de San Pedro Claver

Estatua de Bolívar en la Plaza del mismo nombre
Hoy día la muralla es como el estuche de la joya; la destaca y realza. Todo parece estar en su sitio, toda mansión ofrece sus mejores galas, sea pública o privada. Las tiendas ofrecen desde la artesanía mas sencilla a la joyería de mayor precio, desde ropa de bajo coste a primerísimas marcas mundiales. Todo viajero encuentra un comercio a su medida, pero algunos están favorecienda la inflación de precios. Cuando llega un crucero, centenares de turistas, norteamericanos en su mayoría, llenan las calles y las manos de los numerosos vendedores ambulantes de baratijas o de su propia imagen, de dólares. “¿Una foto, mister? Son cinco dólares”. Y los pagan.
Procuré escapar de los grupos para poder visitar a mis anchas cada fachada, patio, iglesia o plaza. Intenté visitar algunas iglesias o museos pero el precio es aquí ridículamente alto. Acostumbrada a la generosidad de Bogotá, me parecía fuera de lugar pagar 8 dólares por visitar una colección de pintura en una iglesia, o veintitantos por una audio-guía para un museo. Y es que aquí se puede pagar en dólares, como no. Solo el Museo del Oro, una vez mas de patrocinio oficial, es gratuito. No aporta nada nuevo al de Bogotá, pero si ofrece una ampliación de la orfebrería del pueblo Zimú, pobladores precolombinos de la región.
Con todo, creo que conviene visitar Cartagena, porque es un contraste con el resto del país, porque se asoma por su carácter a centroamérica y porque a pesar de los oropeles y nuevo reducto de piratas del comercio, es una bella ciudad monumental.

Sobre el paso marítimo de Colombia a Panamá
 
Colombia sigue estando incomunicada por tierra de su vecina Panamá.La carretera Panamericana se interrumpe aqui durante 150 kilometros y el avión y el barco privado son los únicos modos de salir en esa dirección. Algun aventurero ha intentado a pesar de todo transitar las marismas y junglas del Darién, por rio o a través de la selva, pero los peligros que comporta tal trayecto lo hacen mas que desaconsejable. 
Quisimos constatar la oferta marítima y nos dirigimos al Club Náutico. Nos costó encontrarlo a pesar del mapa, pues se halla ubicado en un precario cobertizo de madera, tras una valla igualmente precaria asentada en un lodazal. Y ello a pesar de estar en un hermoso paseo que recorre la bahía y enfrente de lo que aquñi denominan Condomnios, es decir urbanizaciones privadas de lujosas casas y apartamentos.  A juzgar por como te cierran la entrada, se diría que  allí se está desarrollando no se sabe que actividad secreta o ilícita. Al poco apareció un señor que se presentó como capitan de barco con mas de 20 años de experiencia en efectuar la travesía y nos ofreció el cruce a Panama en el Odysee, de 40 pies de eslora y dos palos, a través de las islas de San Blas y puerto de desembarque en Bellavista, durante 5 días con todo incluido por 450 US$ por persona.  Dado el precio del billete de avión nos pareció bastante asequible. Puntualizó que el mar puede estar bravo y que daría consejos para no marearse; que las comidas mientras se navega son sopitas... Algunas casas de huéspedes ofrecían trayectos similares a iguales precios. En la Oficina de Turismo confirmaron la existencia de tales travesías y puntualizaron que son charters privados, y que el viajero lo contrata bajo su estricta responsabilidad.

Atardecer sobre el Muelle de los Pegasos

3 de marzo 2012

2 comentarios:

  1. Las fotos hablan por sí solas... en mi caso ya tengo pasajes a Cartagena para el mes próximo, y estaba averiguando por alojamiento... alguna recomendación?

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  2. Hola Claudia Mar,
    Sin conocer tu presupuesto de alojamiento es difícil recomendarte... Yo me alojé en el Hotel San Roque, en la calle de la Media Luna, en el barrio de Getsemaní. Habrás leido mi opinión sobre el barrio... sin embargo el hotel es aceptable, limpio, tranquilo, con espacio común en el piso superior, con una reja continuamente controlada de acceso a la calle, y su precio el equivalente a unos 15 dolares por persona, incluyendo desayuno. Hay otros en el mismo barrio de categoria superior pero el precio se dispara y el Hostal Real, en la calle de la Magdalena, que suele estar lleno y con lista de reservas. De los hoteles en el mismo centro histórico no puedo darte información aunque por su aspecto me temo que estan a precios muy altos. En la pagina de hostelworld.com puedes hallar muchas referencias, pero cuidado con las fotos, no siempre reflejan la realidad. Yo preferí verlos en vivo y en directo antes de optar.

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