jueves, 6 de septiembre de 2012

PAKISTAN. Fairy Meadows y el Nanga Parbat


FAIRY MEADOWS Y EL NANGA PARBAT


Nanga Parbat desde Fairy Meadows (Foto de Sher Jaan)

Habíamos decidido saltarnos la visita a Islamabad. Deseabamos alcanzar cuanto antes los territorios del Himalaya y el Karakorum. Al regreso, visitariamos la capital y Taxila. Nos dirigimos directamente a Chilàs, población junto al Indo para acceder al privilegiado mirador de montaña sobre la “Bella Durmiente”o “La Montaña Asesina”. Y es que su belleza es extraordinaria, pero se ha cobrado las vidas de numerosos escaladores.

Sher, nuestro guía-conductor ha considerado mas conveniente abandonar la Karakorum y tomar la ruta del Babusar Pass, que recorre poblaciones de montaña de Kaghan y Naran, donde numerosos ciudadados de Karachi, Lahore o Islamabad acuden en verano huyendo del calor. No está en buenas condiciones, pero los paisajes son muy bonitos.





Recorre el valle del rio Kaghan, serpentea con él y sorprende la cantidad de panales que aprovechan los pequeños espacios que deja la carretera junto al precipicio. Requiere continuas reparaciones que dan trabajo a los pequeños pueblos de la ruta. Pasamos por el lago Lulusar y ascendemos hasta el puerto de Babusar, por encima de los 4000 metros. Se recomienda no transitarlo de noche, asi que haremos noche en Balakot, antes de Kaghan.




Babusar Pass


Se nota el efecto de la altura, la sensación de inestabilidad al dar unos pasos. Ningún letrero a la vista posicionando el puerto. Los viajeros conservan la tradición de construir pequeñas torrecitas de piedras para propiciar a los espítirus del paso. 







Emprendemos el descenso. El valle se va cubriendo de verdor allí donde se ha canalizado el agua y han aparecido huertos. Las habitaciones son de planchas de madera desbastada, mínimas, encaramadas para reservar el mayor espacio a los cultivos. Es estrecho y serpenteante, surcado por torrente, incipiente río. El deshielo de los glaciares ya ha comenzado.






 La carretera transcurre en muchos tramos en el tajo abierto en los glaciares que han atravesado la carretera,  vadeando torrentes. El espíritu emprendedor de la escasa población local ha excavado puestos de bebida en las paredes de hielo.














En el descenso hacia Chilàs, junto al Indo, éste se va ensanchando y arrastra minerales en alta concentración, tan grises como las montañas que lo flanquean. Nos va atacando la ola de calor que convierte a esta población en un horno. Toda ella es tanbién  gris. Por lo visto está previsto que desaparezca bajo las aguas de una gran presa. Nos preguntamos por donde pasará entonces la carretera; sin duda, tanto la presa como la carretera serán obras descomunales, por la calidad rocosa de las montañas y su altura, abalanzándose sobre el canal que el Indus ha logrado excavar.



Sin embargo, a pesar de la amenaza de las inestables laderas verticales combinada con la fuerza tremenda del río, Chilàs ha sido a lo largo de su historia un lugar donde se han librado sucesivas batallas, una especie de frontera sin límites, donde chocaron sucesivos invasores, exploradores, espías y aventureros en su ansia de acceder a las regiones mas remotas del noreste de Pakistán. Aun hoy, la situación aparente somnolienta puede cambiar de un momento a otro.



Chilás es de parada obligatoria para ascender a Fairy Meadows, a no ser que se llegue de buena mañana y pueda transitarse la carretera y el tramo que solo se puede recorrer a pie.













El ascenso está reservado a los pequeños jeeps que esperan en Tatoo, pequeña aldea al pie del puente de  piedra Raikot, uno de los escasos que cruzan el rio a gran altura, solidamente construido. El ascenso muestra una obra descomunal que por lo visto ha tenido que hacerse varias veces por los frecuentes desprendimientos. La pista es de tierra, y la actual transita a mayor altura sobre el precipicio. No es apta para los que sufren de vértigo. No pasan dos jeeps de frente, aunque en ocasiones hay un sucinto apartadero, donde al cruzarse parecen encogerse. Tener una avería aquí supone bloquearla. Se tarda cosa de una hora en llegar al limite de la misma.


Ascenso a pie a F.Meadows



 Allí solo queda emprender una pista a pie que al cabo de dos horas y media te deja en uno de los lugares mas bellos que la naturaleza ha creado.

Ascenso a pie a F.Meadows
Fairy Meadows es un extenso prado llano, un mirador natural rodeado de colinas y un lago con numerosos árboles, terrazas de cultivo, algún huerto y cabañas de piedra y madera donde residen los semi-nómadas que en verano han traído hasta estos altos pastos sus rebaños . Cuesta imaginar que estas gentes cada verano emprenden la ascensión por la carretera que hemos recorrido: ellos, sus rebaños, sus pertenencias, para abandonar los pastos en otoño en sentido inverso.







La bandera de Pakistan preside la vista del Nanga Parbat
El Nanga Parbat desde Fairy Meadows (Foto de Sher Jaan)


Prados circundantes en Fairy Meadows
Sobre la parte mas llana se han construido cabañas para alojamiento de los visitantes o de aquellos que emprenderán excursiones hasta el glaciar que desciende del Nanga Parbat o incluso hasta el campo base. También se puede uno alojar en tiendas que ellos proporcionan. Asi lo hicimos nosotros. Ofrecen también servicio de restaurante.
Comimos en unas mesas de madera con bancos al aire libre, recorrimos los pastos circundantes y el lago y nos instalamos frente a la tienda, contemplando la imponente mole del Nanga Parbat que cierra el fondo del

valle y descuelga el glaciar cuya larga lengua termina en el bramido de las aguas del deshielo, justo bajo el prado. Por la tarde las nubes ocultan en parte la cima, aunque el viento las desplaza dejando al descubierto ahora una arista, ahora otra. Luego irán apareciendo las estrellas entre las nubes iluminadas por detrás por la luna llena. La nieve refulge y otorga al prado la justicia de su nombre: Prado de las Hadas.
Asomar la cabeza por la tienda y contemplar la mole blanca destacada contra un cielo azul intenso, es una experiencia difícil de olvidar. Ha sido un regalo añadido al privilegio de hallarse en este lugar. Cuesta apartar los ojos de este imán níveo. Esta mole de 8126 metros ha sido objeto de la aspiración de numerosos alpinistas, un mito a superar. En sus picos helados han quedado sin embargo mas de una sesentena de escaladores. Pero la Montaña Desnuda sigue ejerciendo una atracción indiscutible, siquiera al ojo y al espíritu del que solo aspira al goce de contemplarla. 





Y eso es lo que hoy vamos a hacer nosotros a la mañana siguiente; vamos a andar hasta el observatorio del glaciar. Emprendemos la marcha recorriendo el borde a pico de la antigua morrena, hoy recubierta de bosque, donde abundan los grandes árboles, pináceas y juníperos principalmente. El glaciar discurre a nuestros pies, su morrena gris a ambos extremos, resultado de la amalgama de hielo y rocas y otros materiales arrastrados por su avance. Su centro de un blanco relumbrante. El ascenso nos llevará unas dos horas hasta el mirador.


Al pie de una enorme roca, al borde mismo, no vemos el momento de apartarnos e iniciar el descenso. La blancura es cegadora, las múltiples facetas de las cumbres, el serrado de la superficie del glaciar, construyen un complejo prisma monolítico. Y de fondo el rugido del agua del deshielo, los golpes secos del desprendimiento de bloques. Un completo espectáculo de color, luz y sonido.



Vamos a reemprender el regreso que será largo. Primero unas dos horas a pie hasta el Prado de las Hadas, luego otras dos mas, tambien a pie hasta el lugar de recogida de los jeeps, una hora mas hasta Tato, junto al puente de Raikhot, para tomar el 4x4 que nos llevará hasta Gilgit. Durante la primera hora la carretera sigue el curso del Indo. Su estado es deplorable, las reparaciones se eternizan, apenas algun tramo esta asfaltado. Nos llevará dos horas recorren unos 80 kilómetros.

Sin embargo la imagen del Nanga se superpone a la dureza de la ruta, la persistencia de su belleza se impone a todo lo demás, el recuerdo de las emociones que ha despertado me mece. Todo el esfuerzo dedicado a esta visita ha merecido sobradamente la pena. Ni siquiera la anodina Gilgit, su fealdad intrínseca o la sordidez del alojamiento de fortuna a pie de carretera consigue atenuar la fantástica experiencia de ascender hasta el pie de la Montaña Desnuda.

Ultimos momentos ante el Nanga Parbat (Imágen de Sher Jaan)




Panoramica  (Imágen de Sher Jaan)







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